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El Barcelona ganó una bonita final de Copa

Enrique Castro Quini, uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol asturiano y el mejor delantero centro que tuvo el Spórting de Gijón, con la camiseta azulgrana del Barcelona, apuntilló a su ex equipo en la primera ocasión que éste ha tenido de ser campeón de España. Un Barça más pletórico de fuerzas que nunca, con un juego vibrante siempre y a la vez ingenioso, obtuvo el título que le permite la participación en los torneos continentales en la próxima temporada. Helenio Herrera, su entrenador, con treinta años de ejercicio de la profesión, se despidió anoche con un título más. El Barcelona, gran campeón, tuvo enfrente a un dignísimo finalista, que no desmereció en absoluto a pesar de que el marcador le fue mucho más desfavorable de lo que en principio se podía suponer.Zuviría le puso el aliento en la nuca a Uría, Ramos le puso las manos encima a Ferrero para evitar que se le escapara. y Cundi se pegó a Simonssen para ser su sombra. Y ocurrió que Zuviría en los primeros minutos le ganó la partida a su oponente. Pero sucedió que Uría, de pronto, comenzó a recordar sus ya viejos tiempos de extremo-extremo Y le hizo tres recortes al llamado «torito» Zuviría que encandilaron a la concurrencia. El público se puso en pie para aplaudir a Uría. Inesperadamente, en la Final de Copa los espectadores vieron lo que era un extremo. Eso que ahora hay que definir corno un estilo a la vieja usanza.

Ferrero le ganó la partida a Ramos siempre que el barcelonista quiso estar dentro del reglamento. El argentino, en rápidos, hábiles y preciosos caracoleos, puso en el ambiente la nota vibrante de un genio al que hay que atar corto para que no le produzca un desastre al contrario.

Todo parecía que se iba a resolver entre las habilidades de Uría y Ferrero y los avances tipo «buIdozer» de Schuster y las ratonerías del pequeño Simonssen. Todo parecía destinado a que un contragolpe por las alas llevara a alguno de los más felices intérpretes del partido a las mieles del gol. Se nos había llegado a olvidar que existía Quini. Y el ex esportinguista tuvo que ser quien diera a sus viejos compañeros el primer golpe certero.

Hasta el instante del primer tanto, el partido tuvo el ardor de una clásica final de Copa. En los prímeros cinco minutos el Barcelona se mostró como equipo de mayor entidad. El Spórting acusó el nerviosismo de la bisoñez, pero, poco a poco, fue poniendo en el juego un mayor peso específico y prácticamente niveló la contienda. Se creció el Gijón por la serenidad defensiva y la conciencia de que un pase largo por las alas podría desencadenar la tragedia barcelonista. Ciriaco y Joaquín, con la ayuda de Abel, lograron equilibra la zona media a pesar de que abandonaron un tanto los marcajes individuales. Los asturianos jugaron a ganar y más que del contrario se preocuparon de realizar su propio juego.

Vicente Miera se la jugó tras el descanso al introducir una variante en la alineación. Se quedó Cundi en la caseta y cubrió su hueco con Uría y lanzó al ataque a Pedro. De esta forma. Ferrero se encontré más apoyado por atrás con las subidas del ex jugador madridista. El Spórting salió en el segundo período dispuesto a rectificar el resultado y tardó poco más de cinco minutos en lograr el empate. La igualada produjo en los gijoneses un revulsivo que pareció iba a ser definitivo.

El Barcelona se vio presionado, pero la afortunada ocasión del segundo gol, con Redondo caído en el suelo, proporcionó a Quini la segunda ocasión para fusilar a Rivero.

Hasta el final del partido se mantuvo la lucha tenaz, pero el Barça realizó un fútbol más ocurrente y productivo. A Quini le salió casi todo como a Estella, Simonssen, Schuster y Esteban y el Spórting tuvo forzosamente que ser el perdedor. Pero para ello el Barcelona tuvo que sufrir el susto de un disparo de Joaquín al palo y más de un acoso de sumo peligro. Nunca un finalista se sintió menos derrotado que el Spórting,

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