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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El partido de Fraga

EL IV Congreso de Alianza Popular inicia sus trabajos en una de las más favorables coyunturas imaginables para sus intereses. La dimisión de Adolfo Suárez como presidente del Gobierno ha abierto dentro de UCD una crisis de la que sólo cabe vaticinar a ciencia cierta que va a restar vigor político, coherencia organizativa y fuerza electoral al partido centrista. La retirada a un segundo plano de Suárez significa, por otra parte, la sustitución del liderazgo personal de quien retenía en sus manos la Presidencia del Gobierno y del partido por una trinidad, más bien estrafalaria, en la que el dimitido jefe del Ejecutivo comparte, de manera tan irregular como inestable, los poderes reales con Leopoldo Calvo Sotelo y Agustín Rodríguez Sahagún. Lo más probable es que a partir de ahora todo lo que suceda en el interior de UCD no haga sino favorecer, de una manera o de otra, los planes políticos de Alianza Fopular.Ocuparse de Alianza Popular significa, en muy buena medida, hablar de Manuel Fraga, eterno candidato a encabezar el partido mayoritario dé la derecha española y alcanzar la Presidencia del Gobierno. Entre la Alianza Popular de los siete magníficos, fundada en el otoño de 1976 para ganar las elecciones generales bajo la invocación nostálgica del franquismo, y la que hoy comienza su congreso, el único elemento común significativo es preciamente la figura de su presidente. En los cuatro años transcurridos, Alianza Popular ha tirado por la borda parte del lastre ultraderechista, acampado hoy -bajo el liderazgo de Federico Silva Muñoz y Gonzalo Fernández de la Mora- en esa extraña Derecha Democrática que flirtea con Fuerza Nueva y Blas Piñar, y se ha esforzado por abandonar su inquietante perfil de potencial compañera de viaje de un golpe de Estado por la imagen más civilizada de un partido reciamente conservador, pero respetuoso del marco constitucional y del régimen parlamentario. Tras el estrepitoso fracaso de las elecciones de junio de 1977, Manuel Fraga dio un volantazo enérgico a su línea política, participó como ponente en el anteproyecto constitucional y terminó votando, aunque a regaña dientes y con reservas, el texto final. Ese escoramiento de Alianza Popular desde la derecha involucionista hasta la derecha conservadora prosiguió con la formación de Coalición Democrática, que se presentó a las elecciones de marzo de 1979 como competidor ideológico y político de UCD casi en sus mismos términos; esto es, como el verdadero centro, que ofrecía a los ciudadanos un mensaje sustancialmente idéntico al del partido gubernental, pero pronunciado por verdaderos hombres de Estado. También estos comicios se saldaron con una importante derrota para Alianza Popular y sus aliados. Pero la tenacidad de Manuel Fraga para sobrevivir a los naufragios en las urnas y su aguante para recorrer las travesías del desierto le permitieron seguir, sentado a la mesa de juego en espera de que la suerte dejara de darle la espalda y le llegaran buenas bazas.

Tras el incondicional apoyo a Adolfo Suárez en su investidura de marzo de 1979, Manuel Fraga ha ido, poco a poco, ganando espacio político y mejorando sus posiciones tácticas. La moción de censura presentada por el PSOE permitió al líder de Alianza Popular mostrar ante el país entero sus notables dotes parlamentarias y recibir un elogioso piropo -«al señor Fraga le cabe el Estado en la cabeza»- nada menos que de Felipe González. El pleno de confianza del mes de septiembre también facilitó a Manuel Fraga el trabajo de tomar distancias respecto a UCD, pero sin escorarse hacia la ultraderecha. Finalmente, las elecciones senatoriales en Sevilla y Almería, que fueron para UCD un patético descalabro, próximo al ridículo, registraron un incremento de votos en términos absolutos para Alianza Popular y nuevos elogios, esta vez pronunciados por Alfonso Guerra, para Manuel Fraga como único líder capaz de competir con Felipe González.

La actual crisis de UCD encierra para Alianza Popular varias posibilidades favorables. De un lado, la sensación de fragilidad, incoherencia y desgarramiento interno de UCD podría producirle, en una próxima convocatoria electoral, una sangría de votos considerable, parte de los cuales recibiría en transfusión Alianza Popular, que subrayaría esos rasgos de solidez, rotundidad, firmeza y optimismo que los partidos alejados del poder pueden permitirse. Ciertamente, Alianza Popular puede verse afectada negativamente ante las urnas por la competencia de Fuerza Nueva y Derecha Democrática, que reclamarían para sí los votos hasta ahora entregados a Fraga por los grupos sociales más. temerosos. Sin embargo, el juego de las sumas y de las restas daría probablemente al final un saldo favorable a una Alianza Popular más alejada del involucionismo y más próxima a la opción conservadora.

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De otro lado, la lucha iniciada por la sucesión de Suárez, que no ha hecho más que comenzar, y en la que figuran como gladiadores desde el propio defenestrado hasta Landelino Lavilla, pasando por Leopoldo Calvo Sotelo, podría tener como sorprendente final, no por improbable menos concebible, un reagrupamiento de la mayoría de UCD, depurada de los socialdemócratas -o de algunos de ellos-, para negociar con Alianza Popular pactos electorales, de legislatura e incluso de gobierno. La formación de esa gran derecha, posibilidad que no cabe descartar, aunque tampoco esté escrita en las estrellas, multiplicaría por cien las oportunidades de Fraga si éste logra controlar su fogosidad temperamental y su innato corte de autoritarismo.

Es previsible así que Alianza Popular subraye los aspectos conservadores y de orden de su programa, pero, al tiempo, tranquilice a sus eventuales votantes y aliados con una firme adscripción,al terreno de la legalidad constitucional y al sistema parlamentario. La aceptación filial de la condena por los obispos de la ley de Divorcio reforzará la pos ición reaccionaria de AP y suscitará simpatías en los sectores de UCD que comulgan con esa misma doctrina. La utilización oportunista de los temas del terrorismo, de la inseguridad ciudadana y del orden público cumplirá funciones semejantes y puede incluso desembocar en la petición del restablecimiento de la pena capital a través de la reforma constitucional. La propuesta de reformar la Constitución, de acuerdo con los mecanismos previstos en su articulado, podría afectar igualmente al Título VIII y a las autonomías, haciendo de ésta compatible el rechazo de los contenidos con la aceptación de las formas en todo lo que se refiere a la Constitución. Manuel Fraga haría así su nueva presentación pública como un híbrido político de Ronald Reagan y la señora Thatcher, dispuesto a dirigir a la gran derecha, lo que, en metáfora zoológica, él mismo suele denominar mayoría natural, hacia la vieja frontera del conservadurismo reaccionario, el orden, el recorte de las libertades, los, frenos al laicismo, el reforzamiento del papel de la Iglesia, el bipolarismo y la disciplina laboral. Objetivos, y prácticas todos ellos que una buena parte de UCD anhela y ensaya.

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