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Los minerales estratégicos de Africa son claves para la industria occidental

Si las importaciones de tan sólo cinco minerales surafricanos se interrumpieran durante tres meses solamente, más de dos millones de obreros perderían sus puestos de trabajo en la cuenca del Ruhr (República Federal de Alemania), pretendía un informe secreto de la patronal alemana occidental al Parlamento federal en 1978. Esas previsiones podrían haberse multiplicado por lo menos en media docena de países industrializados occidentales que reciben una buena parte de las materias primas estratégicas que necesitan de Suráfrica.

Naturalmente que el informe hubiera sido mucho más alarmante para Occidente de incluir el cobre de Zambia, Zaire o Zimbabue, el hierro de Mauritania, la bauxita de Guinea, el plomo de Namibia y Marruecos, el zinc de Zaire y Zambia y otro buen número de minerales.Los patronos alemanas mencionaban solamente a Suráfrica en sus preocupaciones por dos motivos. Porque los minerales que exporta Suráfrica -cromo, manganeso, oro, vanadio, platino, diamantes, uranio- son imprescindibles para las industrias de fabricación de armamentos modernos -aeronáutica, exploración espacial, automovilística-.Luego porque, en 1978, dos años después de Soweto, se podía comprender que Suráfrica vivía una crisis de convivencia nacional casi insoluble.

La testarudez del Partido Nacional, que domina la vida política surafricana desde 1948, frente a las aspiraciones y derechos de la población negra, universalmente reconocidos en todas las cartas de derechos humanos habidas y por haber, combinada con la entrada por sorpresa y en posición de fuerza de la URSS en Angola, Etiopía, Yemen del Sur, en menor medida en Mozambique, y a largo plazo, por qué no, en Zimbabue -en una zona desde todos los puntos de vista: militar, económico y político, vital para la supervivencia de Occidente- asustó y asusta a los industriales europeos.

Y esto hasta tal punto que una revista británica tan prestigiosa como The Economist no dudaba en afirmar por aquellas mismas fechas que la partida final entre en el Este y el Oeste tendría lugar por el dominio del Africa austral.

Monopolio de uranio

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Tan sólo el uranio, tan preciado para producir energía alternativa al petróleo, en 1977 Suráfrica produjo 6.700 toneladas de las 9.109 producidas en el mundo no comunista. Si a ello se añade que el Windhoek Advertiser del 11 de abril de 1980 afirmaba que Namibia produce el 16,6% del uranio del mundo, es fácil comprender que entre los dos países pueden ejercer casi un monopolio de este mineral.

El 66% de los yacimientos de cromo del mundo, un mineral imprescindible en la industria de armamentos, se encuentra en Suráfrica. Estados Unidos, un gran productor y exportador de armas, por ejemplo, debe importar todo el cromo que consume su industria.

Suráfrica produce también el 80% del oro obtenido en Occidente. Es el segundo productor mundial de manganeso, igualmente utilizado en la Fabricación de armamentos e industria en general, y cuenta con casi la mitad de la producción occidental de platino.

Entre cinco países africanos -Suráfrica, Namibia, Angola, Zambia y Zaire- controlan el 75%de la producción mundial de diamantes, el 70% de la de oro y cobalto, el 50% de la de vanadio, el 46% de platino, 36% del cromo, 30% del manganeso y 20% del cobre.

No es, pues, sólo Suráfrica, aunque ésta sea con mucho la mejor dotada, la única que dispone de importantes reservas minerales. En 1978, el continente en su conjunto produjo el 15 % de los minerales producidos, en el mundo. Los principales productos exportados fueron el cobre de Zambia y Zaire, el manganeso de Suráfrica y Gabón, el hierro de Liberia y Mauritania, el cromo de Zimbabue y Suráfrica y el uranio y vanadio de Suráfrica y Namibia.

El 20% de las reservas mundiales de minerales no energéticos se encuentran en el Africa austral. Para muchos de esos minerales, Suráfrica comparte casi un monopolio absoluto con la URSS.

Intercambios horizontales

Ahora bien, ¿qué han aportado todas esas inmensas riquezas a los africanos? En el coloquio de Monrovia sobre el año 2000, el secretario general de la OUA, Edem Kodjo, presentó un informe en el que abogaba por un aumento de los intercambios horizontales entre países africanos, ya que prácticamente todo el comercio es Norte-Sur. En segundo lugar, Kodjo solicitaba se acelerase la cooperación regional para grandes proyectos, e incluso la creación de cárteles para determinadas materias primas.

Los resultados de esta cooperación interafricana son tan desesperanzadores como los obtenidos en la producción de alimentos. Es decir, en franca involución. En el quinquenio 1955-1960, el comercio entre países africanos representaba el 5,8% del total. En el quinquenio siguiente, este porcentaje se había elevado hasta el 6,3%, para pasar en él período 1910-1975 al 4,9%. Hoy, sin embargo, y según los datos suministrados por Edem Kodjo, el comercio interafricano no representa más del 2,5 %.

En las Naciones Unidas se vienen haciendo llamamientos hacia la institucionalización de un nuevo orden económico internacional desde 1974 y 1975. Los resultados no han sido estimulantes, aunque si surgieron intentos de «cartelización» de determinadas materias primas; por ejemplo, el cobre, la bauxita, el hierro, el estaño.

Asimismo se crearon numerosos grupos regionales, como la CDEAOS, para el desarrollo del Africa occidental; la autoridad del Liptako Gourma, la Comisión Económica de los Países de los Grandes Lagos, la Unión Aduanera de Africa Central, la Comisión Económica para el Africa del Este, la Organización para la Valorización del Río Senegal y otras muchas, que, en realidad, han pesado poco en la vía de la unión de los africanos y casi siempre fueron víctimas de las diferencias entre sus miembros, en muchos casos estimuladas por ¡as antiguas potencias coloniales.

El diálogo Norte-Sur o euro-árabe-africano aún debe demostrar sus ventajas para los africanos. Lo significativo hoy es que, a cambio de sus enormes riquezas, los africanos sólo reciben paliativos a su miseria. La revolución, que luego siempre sorprende y preocupa, está más bien detrás de esas injusticias económicas que del avance de la URSS, aunque este sea un factor contribuyente.

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