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Electricidad contra gasolina

En el año 1900, justo antes de comenzar el siglo XX, había en Estados Unidos de Norteamérica el doble de coches eléctricos que de gasolina. Hasta el año 1920 no superaron los motores de explosión a los eléctricos, lo mismo en rendimiento que en costes; curiosamente, el despegue del automóvil de gasolina se debió a una circunstancia bastante sorprendente: la invención, en 1919, del arranque automático, evitando así la incómoda y hasta peligrosa palanca para arrancar el motor desde fuera.Estas efemérides tienen un sentido que desborda lo paradójico y se acerca a lo profético, en estos tiempos de carestía y escasez de productos petrolíferos y de problemas medioambientales agudizados por la civilización actual. No es, pues, extraño que en numerosos lugares se eche la vista atrás y se vuelva a la concepción primigénea de los vehículos automóviles mediante motores eléctricos. Después del éxito mediocre de los trolebuses de los años cincuenta, la noticia de que la Diputación Foral de Navarra apoya financiera y moralmente la alternativa eléctrica en la automoción, es sin duda el primer paso dado oficialmente en el sentido de prescindir de la gasolina o el gasóleo.

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La Diputación Foral de Navarra patrocina la realización de un vehículo eléctrico español

La General Motors, por su parte, está investigando actualmente con baterías de zincníquel-óxido que podrían proporcionar velocidades próximas a los 90 kilómetros por hora, con una autonomía de 160 kilómetros y una vida media de 50.000 kilómetros. La Gulf y Western Industries, de Nueva York, acaba de descubrir un sistema de acumulación de electricidad mediante cloruro de zinc, que podría proporcionar 240 kilómetros de autonomía a 80 kilómetros por hora de velocidad. La compañía canadiense Marathon Electric produce ocho furgonetas eléctricas al mes. Numerosos talleres convierten automóviles Ford Courier, Dodge Omni y Volkswagen en coches eléctricos, por un coste aproximado de 400.000 pesetas, en Estados Unidos, por supuesto.

El camino emprendido por los navarros no es, pues, pionero en el mundo, pero sí lo es en España. Sin duda, el automóvil eléctrico no es cosa de hoy, porque la escasa autonomía, el largo período de espera entre carga y carga y el importante peso de los acumuladores son inconvenientes importantes, sin contar con el precio, todavía elevado. Sin embargo, para transporte a cortas distancias, especialmente de mercancías o pasajeros, la cosa parece más factible, y aunque no se trata de sustituir a los actuales y muy sofisticados motores de ciclo Otto o Diesel, si podría conseguirse una utilización parcial de vehículos eléctricos que paliara en parte la escasez de combustibles derivados del petróleo.

Estamos muy lejos todavía, y seguramente es lástima, de las gasolineras que en lugar de darnos litros de combustible proporcionarían kilovatios para nuestras baterías descargadas. Pero, con permiso de los grandes trustes petroleros, nada se opone a que esto ocurra en un futuro cada vez más próximo.

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