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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Dictadura en El Salvador

LA EXTREMA derecha salvadoreña ha estado mucho tiempo presionando sobre el poder y manteniendo una represión privada, aunque con canales claramente institucionales, hasta que ha creído, por los acontecimientos políticos internacionales -la elección de Reagan, principalmente-, que podría implantar de manera directa la dictadura. El nuevo presidente de este régimen, Napoleón Duarte, ha hecho ya al tomar el poder la declaración imprescindible en estos casos, y siempre dotada de escasa credibilidad: se trata de restaurar el orden, para devolverlo más adelante a los civiles. Su programa es el de dedicar todo el año que entra a la pacificación -según su propia versión de esta palabra tantas veces profanada para que en 1982 se nombre -no elija- una, asamblea constituyente, la cual nombraría por sí misma un presi dente de la República, de acuerdo con el texto constitucional que redactase, y procedería a unas elecciones generales.Una garantía lejana y poco convincente, sobre todo si se tiene en cuenta que la legalidad que se ha destruido procedía ya de unas elecciones generales. Un Gobierno revolucionario trata de oponerse a esta dictadura militar; una reunión de fuerzas que se consideran a sí mismas democráticas, que pretende una insurrección general; querría contar incluso con el coronel Majano, hombre fuerte de la junta derribada, y actualmente en fuga. Probablemente, la falta de entereza de Majanio y la labor de zapa dentro de la misma junta de algunos elementos de la democracia cristiana -otros eligieron abiertamente la disidencia y el exilio- tienen una gran responsabilidad en la deterioración de la política salvadoreña. El coronel se aisló del pueblo y contribuyó a la represión; trataba de conseguir un Gobierno neutral con el apoyo de Estados Unidos, que no le faltó verbalmente, e incluso con algunas colaboraciones especiales para la lucha contra las guerrillas. Pero se dejó ganar por la derecha, que ahora, a su vez, pretende contar también con Estados Unidos -según palabras de Duarte, su plan está aprobado por Washington-, en lo que puede apreciarse la importancia del cambio en la Casa Blanca.

No parece que el Gobierno revolucionario, que se mueve en la clandestinidad, tenga por el momento muchas probabilidades de éxito. La oposición ha sido amputada; muchos de sus dirigentes, asesinados, y las masas amedrentadas con la matanza indiscriminada de campesinos (y religiosos) en las zonas rurales. Después de la instalación de la dictadura, la represión se ha endurecido aún más y se realiza de forma sistemática. La división del Ejército no es tan abierta como para provocar una guerra interna, aunque la figura de Majano, si reapareciese y se decidiese a encabezar la lucha armada, podría agrupar en torno a algunos grupos de oficiales jóvenes. Todo ello configura un futuro tenebroso para El Salvador y confirma los negros presagios sobre el porvenir inmediato de Centroamérica.

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