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Reportaje:

Veintisiete "pelotaris" españoles juegan a la cesta punta en Macao

«A diario, el frontón está abierto desde las siete de la tarde hasta medianoche, pero los fines de semana hay partidos, o quinielas, como se llaman aquí por las apuestas, desde las dos de la tarde hasta las doce de la noche», explica José Luis Blenner, un ex pelotari guipuzcoano de padre alemán que es el «capitán» o encargado del frontón y que lleva año y medio en Macao.La afición a la pelota vasca en sus distintas modalidades y especialmente la de cesta punta es muy fuerte en varios países de Asia. El frontón de Manila, en la avenida Taft, ofrece un día cualquiera del año una animación inusitada y el volumen de apuestas alcanza varios millones de pesetas en una jornada mediana.

Hay otros frontones importantes en Asia, aunque las apuestas no sean tan nutridas como en Manila, desde Cebú, también en Filipinas, hasta Yakarta, en Indonesia. Pero este frontón de Macao, construido hace siete años, es, en opinión de los entendidos, superior en sus instalaciones a cualquier otro del mundo, incluidos los de Florida.

Los propietarios del Jai Alai Palace son chinos, como chinos son también la mayoría de los aficionados y de los apostantes, si bien una parte importante del público procede de Hong Kong, a sólo una hora de viaje en un moderno ferry.

Los pelotaris firman contratos por dos años y juegan casi todos los días. Muchos renuevan el compromiso y el más veterano de ellos lleva siete años en Macao. La mayoría son vascos y han jugado ya en otros países, desde Estados Unidos a Italia. Los jóvenes suelen llegar directamente desde España, contratados por un agente del Jai Alai Palace en el País Vasco.

De la plantilla actual, de 35 jugadores, hay veintisiete españoles, un francés, un norteamericano y seis chinos. La afición a la cesta punta no se limita a las apuestas y entrando generalmente por los pelotaris españoles, algunos jóvenes de Macao han aprendido a jugar, e incluso actúan como profesionales en el frontón.

Uno de ellos se llama Cheng, tiene veinte años y es delantero. Le gustaría ir a jugar al País Vasco, al frontón de Guernica, por ejemplo, y según dice su «maestro», Juan José Ibarrola, un vizcaíno de Ermua, podría hacer un buen papel frente a jugadores con dos o tres años de profesionales. «En general tiran muy bien la pelota, aunque les falta fuerza, por su complexión», explica Pedro Gorasarri, vizcaíno de Durango.

Noventa mil al mes

Un sueldo medio de 1.250 dólares mensuales, unas 90.000 pesetas, vienen a ganar los pelotaris que juegan en Macao, incluidas algunas primas por victoria en las «quinielas». Aparte, la empresa propietaria del frontón les da una ayuda para el alquiler de la vivienda, unas 10.000 pesetas. Los solteros comparten un piso entre dos o tres y todos prácticamente se han comprado un coche, aunque su utilidad sea relativa en este enclave colonial, último vestigio del imperio portugués, rodeado por el mar y por la República Popular China.«Queremos el coche para ir a la playa, a unos doce kilómetros, que es donde, por lo general, pasamos la mañana», dice uno de los pelotaris más veteranos, que se queja de que el clima, tan caluroso y, sobre todo, tan húmedo, influye en que las lesiones tarden mucho más en curarse aquí.

La nostalgia de la tierra natal tiene un importante componente gastronómico. «Lo malo es la carne, que aquí no hay buena, ni saben cortarla», se queja un pelotari natural de Marquina. Claro que el marisco no falta, abundan los chipirones -«no de anzuelo, desde luego»- y hasta han encontrado un pescado similar al besugo y que cocinan como tal.

Los contratos son especialmente duros y durante los dos primeros años los pelotaris de Macao no tienen vacaciones. Sólo en el segundo contrato, de dos años, se les da un mes, que casi nunca emplean en regresar a España. Luego, de repente, surge una oferta para otro frontón, quizá Yakarta, quizá Milán o Hartford. Casi nunca Manila, que es donde más dinero se gana y donde existe una especie de numerus clausus muy difícil de romper.

La mayoría de los pelotaris, explica José Luis Blenner, consiguen unos ahorros y compran pisos en su pueblo natal, o ponen algún pequeño negocio. «En esta profesión, como en el boxeo, no se retira uno voluntariamente nos retiran los jóvenes, que vienen empujando. Es difícil continuar cuando se tienen 33 o 34 años y los ahorros son la única garantía para el futuro».

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