Violentos incidentes en la coronación de Beatriz I de Holanda
Diez mil policías, con tanquetas y bombas de agua a presión, no pudieron evitar ayer que las calles de Amsterdam fueran escenario de batallas campales con centenares de jóvenes que, al grito de «Geen woning, geen kroning» («No habitación, no coronación»), pretendían acercarse al palacio real y a la catedral nueva, donde, con toda tranquilidad y orden, se desarrollaban las ceremonias oficiales de abdicación de Juliana y de entronización de la nueva reina de Holanda, Beatriz I.Los enfrentamientos entre la policía -que ayer se saldaron con un centenar de heridos- y los jóvenes krakers (palabra intraducible que designa al que «pega la patada a una puerta y se instala en un piso vacío») comenzaron el pasado miércoles con la ocupación de un edificio prácticamente nuevo en pleno centro de la capital holandesa. Los «antidisturbios» se emplearon con toda su fuerza para desalojarlos, y los krakers, apoyados por anarquistas y republicanos, protagonizaron una violenta batalla.
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Manifestantes y policías, heridos en los incidentes producidos en Amsterdam durante la coronación de la reina Beatriz I
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En previsión de nuevos incidentes, los servicios de seguridad holandeses montaron ayer, en tomo al palacio real y a la catedral nueva, un espectacular despliegue de fuerzas, deplorado -aunque justificado- por el propio alcalde de la ciudad. Todos los esfuerzos por impedir que los manifestantes lograran deslucir la ceremonia real resultaron, sin embargo, vanos.
Los primeros incidentes se produjeron a las once de la mañana en la plaza del Dam. La familia real, después de la firma del acta de abdicación por la que Beatriz pasaba a ser reina y Juliana princesa, salió al balcón central del palacio para saludar a los pocos miles de personas que habían logrado superar todas las barreras policiales. Nada más empezar Juliana a hablar, grupos de jóvenes lanzaron bombas de humo y prorrumpieron en gritos hostiles. Los gritos arreciaron cuando la reina Beatriz, visiblemente tensa y nerviosa, intento también dirigirse a la multitud. Un joven y tres periodistas fueron detenidos.
Desde ese momento, y hasta bien entrada la tarde, los enfrentamientos fueron continuos. Los manifestantes, algunos de los cuales enarbolaban banderas negras, lanzaron a los policías adoquines arrancados de las calzadas y los antidisturbios contestaron con durísimas cargas. La batalla se saldó con varios heridos por ambas partes.
El espectacular despliegue policial -no se recuerda en Holanda nada parecido- sirvió, al menos; para que las ceremonias oficiales se desarrollaran en una isla de calma. La firma del acta de abdicación se realizó, como queda dicho, por la mañana, en presencia de los presidentes de las dos cámaras del Parlamento, familia real en pleno y representantes de todas las provincias holandesas. La reina Juliana -que cumplió ayer 71 años- pronunció unas breves palabras, señalando que su hija tendría su propia forma de actuar, y que no le faltaban ni formación ni el coraje necesario para afrontar la tarea de reinar en tiempos más dificiles, como los que corren en el mundo. Algo emocionadas, madre e hija se cogieron afectuosamente de las manos por debajo de la larga mesa en la que se desarrollaba el acto.
Ceremonia en la catedral
Si la ceremonia matinal estuvo rodeada de una cierta intimidad y poco protocolo, por la tarde, en la catedral nueva, las tradiciones y fastos de la monarquía holandesa recobraron todo su esplendor. La iglesia, que acaba de ser restaurada, acogió a 3.000 invitados llega dos de todas partes del mundo. La representación española estaba encabezada por la hermana de rey Juan Carlos, la infanta Pilar y por su marido, el duque de Badajoz, quien se apoyaba en dos muletas, víctima de un accidente que le impide andar con normalidad. Con un orden casi militar (hasta se había aconsejado a las señoras que no llevaran sombreros altos para no impedir la visión a los restantes invitados), la reina Beatriz, acompañada de su marido, el príncipe Claus, se dirigió a los miembros de los Estados Generales (Parlamento) para prometer que acataría y defendería la Constitución de Holanda, las libertades y derechos individuales y la soberanía e integridad territorial del país. Unas palabras de cariño hacia su madre fueron acogidas con una cerrada ovación, mientras la princesa Juliana no podía evitar las lágrimas.
Beatriz se dirigió también a su marido, de quien, dijo, «me apoya, completa y corrige». El príncipe Claus, objeto también de los gritos de los manifestantes, que le recordaban su pasada pertenencia a las juventudes hitlerianas, parecía casi crispado.
La ceremonia finalizó con la promesa de lealtad por parte de todos y cada uno de los miembros del Parlamento. La cólera de los manifestantes que se enfrentaron ayer con la policía en las calles de Amsterdam se explica por la agobiante escasez de viviendas que sufre, no sólo la capital holandesa, sino todo el país (hubo también enfrentamientos en Utrech y en otras ciudades de los Países Bajos). Más de 53.000 jóvenes esperan en Amsterdam un alojamiento que les permita independizarse o crear su propia familia. Paradójicamente, más de 16.000 pisos están vacíos, y sus propietarios se niegan a alquilarlos mientras que no se levante el control estatal sobre los precios de los alquileres.
Los krakers son un resultado de esta situación. Protegidos por una legislación que no permite expulsar sin mandamiento judicial a nadie que lleve más de veinticuatro horas residiendo en una casa, cada día algún joven localiza un piso vacío, pega una patada a la puerta y se instala con su compañera e hijos o con sus amigos.
Los krakers se han organizado, publican un periódico denunciando pisos vacíos y se apoyan mutuamente cuando la policía, con mandamiento judicial, y sin él en ocasiones, intenta desalojarlos violentamente. «Beatriz es la holandesa mejor alojada: tiene siete palacios y ha gastado millones en arreglar su nueva residencia. Cada vez que salga a la calle la estaremos esperando», afirmaba ayer uno de los jóvenes ocupantes de pisos vacíos.
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