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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Los barones de la crisis

Suárez se lo hace de portada y barbilla en puño, como el pensieroso de Rodin en vaciado de Santiago de Santiago. Felipe González, con El Socialista nuevo en una mano y el puro priápico en la otra, asume un radicalismo para convencidos que queda como levemente desmentido por el decir andaluz del hombre zurdo o líder de la izquierda. Emilio Romero habla en el Siglo Veinte y pico de una democracia con goteras y al que ahora la gente que ha pasado por la Casa Grande de Huertas le ha dado una comida público/privada al ex director donde todo el arsenal político que hoy se almacena en Pueblo ha venido a confluir pacíficamente en la Nada neutra que se nadifica, como la de Sartre, o sea la nada de Emilio Romero.Fraga se lo hace de que se ha pinchado caballo, pero no caballo de ácido, sino caballo de Pavía, y pide un Gobierno fuerte donde la fuerza, mayormente, la pondría él. Los del caballo lírico, en tanto, van emigrando, en masas oscuras y azotadas de noche, de Malasaña a Libertad, que es calle de buen nombre y más lejana de la capitanía general de los capitanes intrépidos de España o muerte, esa opción ligeramente excesiva que anda por las tapias. Claro que peor es lo de Barcelona, donde he visto una pintada que pide a los obreros buenos que abofeteen a «los ricos marxistas». Entre Malasaña y Libertad, entre pintada y pintada, las gentes de la pasada van a montar un maratón literario para el Dos de Mayo, de donde puede salir el nuevo poeta/poetisa con imágenes como «un opio de oro».

Fernández-Ordóñez, el poeta maldito de UCD, no viene todavía en la antología de maudits de Verlaine, mas ha perfumado de socialmocracia esta primavera madrileña de percal y caos. Cristina Almeida, la pepona no-hinchable de la izquierda, se lo sigue haciendo de proletarismo y me invita a hablar en la periferia. Ramón Supermán Tamames entra sin paraguas en el Club con goteras que acaba de abandonar Romero y explica a un auditorio de rojos y candelabros, la planificación económica en una sociedad democrática, cosa de la que no sabe nada Abril Martorell, quizá porque no ha recibido la invitación a tiempo o el sobre se ha perdido entre las semillas de la Casa de las Semillas, de donde huyera, ninfa no sé si Egeria, Carmen Díez de Rivera, que ahora pasea su soledad rubia de mujer zurda por el Retiro, Palacio de Cristales, entre guitarras juveniles, guiñoles, porros circulares, amores a lo Hyde Park y la ráfaga amarilla y mostaza de los hare chrisna, que andan por la fronda con la calva desmelenada desde que ha venido su señorito, su divina gracia Bhabavan Goswani Maharaja, a visitar a Tierno, y ha coincidido con Borges en que por fin encuentran un alcalde que no rebuzna en balde, sino que sabe de poesía y está puesto en el rollo:

-El primero en mi vida, ché, vos ves -dice JLB.

Lo cual que Tierno permanece al margen de la crisis y sus barones, y Fanjul anuncia su deseo de irse, tras haber propiciado una oportuna remodelación democrática al cuerpo enorme y delicado de los jurídicos. Los barones de la crisis acuden como en nubarrón a la recepción de la Zarzuela y otros actos académicos Cervantes/Gerardo/ Borges, sólo porque el Rey, cada día más suelto dentro de su genealógica soltura, les vea un poco la cara de crisis y le haga una sugerencia al presidente, que a lo mejor no se la va a hacer. Los barones de la libertad de expresión, en cambio, montan una cena/protesta porque hay menos expresión y menos libertad, ahora en España, y los particulares, peatonales y gentes de la grúa (minotauro que anda suelto por el laberinto madrileño), pasan de crisis, ignoran a los varoniles barones de la política o saben que estos barones son siempre los mismos y sólo se intercambian las chisteras. Mientras la tele habla de remodelación, la calle habla de guerra.

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