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Reportaje:

Estreno en España de una película "perdida"' de Charlie Chaplin

Una mujer de París, de Charlie Chaplin, se estrena hoy en Madrid, en una sesión que es prolegómeno de la distribución comercial de este filme, cuyo carácter de inédito lo ha hecho a lo largo de la historia del cine más mítico y más deseado. Los norteamericanos pudieron verlo hace dos años y los españoles lo verán ahora. Según algunos críticos, esta película, realizada en 1923 por el genial cineasta, «es un cuento elegante y brillante acerca de la pasión, el dinero y el arte». Sobre ella se dijo que, «al igual que el mismo Chaplin, pertenece a una edad de oro». A reflejar la miseria de esa edad es dedicada, precisamente, esta película perdida.

Oora O'Neil, viuda de Charlie Chaplin, pasa unos días de descanso en España y es probable que hoy asista en el cine Paz, de Madrid, a una proyección excepcional dentro de la filmografía riquísima de su marido. Este mediodía, en efecto, se estrena, en pase privado, en nuestro país una película prácticamente inédita de Chaplin, Una mujer de París, escrita y dirigida por él en 1923. El estreno comercial tendrá efecto veinte días más tarde.Una mujer de París permaneció inédita internacionalmente hasta hace dos años, cuando se exhibió en Estados Unidos y recibió de la crítica americana el elogio que se merecía ésta.

Chaplin no sólo dirigió y escribió Una mujer de París, sino que actuó fugazmente en ella -como un mozo de equipajes- y compuso su música. La fugacidad de su actuación en esta película fue una de. las razones por las que el filme fue guardado en los cajones: era la primera película en la que Chaplin no era el actor principal de un filme suyo.

Otro hecho, relativo esta vez al puritanismo de la época, impidió que Una mujer de París saliera de esos cajones. La historia, una tragedia con visos de melodrama, combatía la rutina y la incomprensión provincianas, empeñadas en arruinar las vidas de dos seres cuyo amor se enfrenta a esa intransigencia.

Es, pues, una historia de amor que Chaplin situó en Francia para borrar, sin conseguirlo, los rasgos americanos de sus caracteres. El idilio que cuenta pasa entre Marie Saint Clair, interpretada en la pantalla por Edna Purviance, y Jean Millet, que en el cine era Carl Miller. Los padres de ambos obstruyen la posibilidad de la unión, y los dos deciden huir de la aldea hacia París, en busca de la libertad. Incidentes domésticos retrasan la salida de Jean, y Marie parte sola en el tren hacia una vida que iba a ser de lujo y olvido. En París se convierte en una cocotte de lujo, en una belleza profesional. Hasta que a esa vida regresa el drama, causado por uno de sus amantes, que la lleva al estudio de un pintor contiguo al que Jean se ha fabricado para conquistar París como artista. Marie se equivoca de piso, por supuesto, y franquea el de su antiguo enamorado. Tras las explicaciones sobre las causas que produjeron el viaje de huida en solitario de la joven, Jean no puede ocultar a la opulenta ex novia su extrema pobreza. A partir de entonces, Charlie Chaplin hace un recorrido que parece precursor del neorrealismo italiano, contrastando los gestos de la riqueza del amante de Marie con los de la pobreza del amor recuperado, Hace, pues, Charlie Chaplin una hiriente crítica social, de la que tampoco se salva el concepto tradicional del amor.

El resto es, de tan melodramático, hasta idílico. El encuentro de los dos amores de Marie culmina en el suicidio de Jean. El dolor de la madre de éste se convierte en deseo de venganza, que se trueca, otra vez, en ternura cuando observa que Marie llora sobre el cadáver de su hijo: la «mujer de París» ya no es la mujer mala que había llevado a Jean a la muerte con sus regates amorosos. Es un ser que ha sido arrastrado a esta situación por «la opinión pública», una generalización conceptual con la que Chaplin pensó titular su película. Al término surgen el arrepentimiento y la regeneración: la «Mujer de París» cuida niños huérfanos en una granja, donde ayuda a la madre de Jean. Hasta el final, la historia vive de la dicotomía entre la pobreza y la riqueza, la hipocresía y la lucha por superarla. Un maniqueísmo del que la película también se nutre.

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