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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El reto UGT

EL 32º Congreso de la Unión General de Trabajadores ha resultado, de alguna manera, una reedición del 28º Congreso del Partido Socialista Obrero Español, pero una reedición «a través del espejo», con inversión de parámetros y resultados. La misma amenaza de dimisión del secretario general, en caso de no ser respaldada mayoritariamente su gestión; idéntica presencia de un sector crítico, relativamente derrotado al final.Los términos de la discusión ugetista se invierten en el espejo respecto al precedente del congreso del PSOE, por cuanto la línea crítica -representada por Garnacho- ha impuesto más hombres en la nueva ejecutiva de UGT que el entendimiento sindical más amplio, defendido por el ex secretario de la Unión Sindical Obrera Zufiaur, que se ha visto Í moralmente castigado en las votaciones. Paradójicamente, lo que entenderíamos por la «línea Zufiaur» queda sancionado en la masiva votación de apoyo a Nicolás Redondo. Es obvio que en este galimatías sindical no faltan recelos y problemas personales.

El congreso de UGT ha respaldado la política de Nicolás Redondo y su hito sindical, que es el acuerdo-marco interconfederal entre el sindicato socialista y la gran patronal, representada por la CEOE. Sin embargo, el artífice de este pacto -Zufiaur- junto con otros sindicalistas de mérito provenientes de USO han sido relegados de la nueva ejecutiva.

No es aventurado sugerir que tanto Nicolás Redondo como Zufiaur aspiran a una gran central socialista escasamente dogmática, con aspiraciones mayoritarias y alejada del estereotipo político de correa de transmisión del PSOE. Las severas críticas del propio Nicolás Redondo a la política de Comisiones Obreras, sumadas a las de Felipe González, apuntan en esta dirección.

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Excepción hecha del fenómeno ácrata, ninguna central sindical de importancia deja de tener estrechas relaciones de hermandad política con un partido correspondiente. De entre las dos grandes corrientes sindicalistas españolas, Comisiones Obreras no ha sabido o podido distanciarse de la imagen de doble militancia con el PCE (pese a que en el seno de CCOO militen enemigos a la izquierda de Carrillo, como el Movimiento Comunista), mientras que UGT continúa teniendo abierta la posibilidad de erigirse en sindicato mayoritario en función de la flexibilidad ideológica del PSOE y de la aspiración común de partido y sindicato a representar algo, más que meros intereses clasistas.

Dada la reciente división de USO (hacia CCOO y hacia UGT) es de lamentar el recelo de los ugetistas históricos hacia los hombres de Zufiaur, que no son en absoluto representantes de inclinaciones camarillistas». Así las cosas, la facción de USO escindida hacia Comisiones Obreras será presentada con aristas de pureza obrerista, y los integrados en UGT aparecerán tildados, de una parte, de entreguistas, y de otra, como hombres y mujeres rechazados por el ugetismo histórico.

Los hombres de UGT provenientes de USO representaban la corriente del sindicalismo de masas distanciado -hasta donde es posible- del compromiso partidista. Sus tesis han resultado vencedoras en la persona de Nicolás Redondo, pero sus más acendrados defensores han quedado en pérdida. En los próximos tres años, UGT debe resolver esta contradicción; y el Gobierno de UCD, al menos en lo que atañe a la negociación de los convenios en las empresas públicas, debiera primar las consideraciones políticas a largo plazo sobre la inmediatez de la economía, aplicando con mayor generosidad el acuerdo-marco suscrito entre UGT y CEOE. Aquí las reservas gubernamentales sólo favorecen a la central comunista.

Ahora la gran responsabilidad de la nueva ejecutiva ugetista reside en desmontar el mito de la sindical comunista como gran aglutinadora de muchos independientes. UGT deberá aprender de sus viejos errores, porque bien es cierto que lo que el PCE no tolera políticamente a su, izquierda lo admite sindicalmente CCOO; y que en los últimos años la central sindical histórica y mayoritaria de este país (tras la CNT, ahora fraccionada y sin rumbo), UGT, se ha visto rebañar apoyo obrero y de los nuevos «proletarios de cuello blanco» a manos de la sindical comunista.

La política de apertura de UGT debe consolidarse superando recelos personalistas. La economía de un país exige unas centrales sindicales fuertes. Un panorama político en el que el primer partido de la oposición se corresponde con una central sindical en equilibrio inestable con el sindicato de un partido también oposicionista, pero que representa un electorado mucho menos numeroso, no ayuda precisamente a facilitar la marcha del país.

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