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Consagración de un obispo cismático

Ayer fue consagrado en Pekín el nuevo obispo (cismático) de la capital china, Michael Fu Tiensahn. Asistieron a la ceremonia, de sabor preconciliar (letanías en latín, sedas preciosas, incienso), ocho obispos, de los cuales sólo uno fue consagrado en su tiempo, previa bula de la Santa Sede. El acto, después de casi quince años de vida clandestina de la Iglesia china, sorprende porque otras minorías religiosas con mayor número de creyentes, como los musulmanes o los budistas, no han recibido un trato paralelo.

El nuevo obispo de Pekín fue consagrado el pasado martes, en el curso de una impresionante ceremonia en la que estuvieron presentes ocho prelados chinos, y a la que asistieron unas setecientas personas. El acto tuvo lugar en la catedral de Nantang, la única iglesia de Pekín -y de toda la China del Norte- abierta al culto católico. La televisión china y numerosos fotógrafos nacionales y extranjeros habían sido invitados a ser testigos de estos ritos de otra época, de un estilo un poco olvidado en las iglesias occidentales posconciliares. Durante cerca de tres horas, los flash brillaron sobre las mitras y las capas episcopales, mientras que los micros registraban kyries, glorias, credos y letanías, cantadas en latín.¿No se trataba de un espectáculo destinado a difundir en el exterior la imagen de una China al día, tolerante y liberal? Para gran parte de los asistentes, sí, sin duda; y esto no podía dejar de dar un carácter ambiguo a esos oros, a esas sedas preciosas y a esos fastos. Pero hay que decir también que para los muy numerosos católicos pequineses, de todas las edades y de los dos sexos, que habían llegado a presenciar la consagración del nuevo obispo -el primero desde 1964-, la ceremonia era la señal de la resurrección de una Iglesia condenada a una vida casi subterránea.

Se saben pocas cosas del nuevo obispo de Pekín, Michael Fu Tiensahn, excepto que tiene 48 años, que es originario de una familia católica pequinesa y que fue ordenado sacerdote en 1956.

La elección de obispos presentes en la ceremonia es digna de atención. Cinco de ellos no han hecho más que asistir a la consagración. Se trata de Du Shihua (diócesis de Wuthang), Li Deping (Tianjin), Shao Yongming (Liaoning), Dong Kuanxin (Wuhan) y Zhabg Shouyi (Nebei).

El principal oficiante, Yang Gaojian, obispo de Changde, es un personaje elegido en 1958.

En una entrevista con la agencia Nueva China, Yan Gaojian ha anunciado la próxima apertura de un seminario para la formación de nuevos sacerdotes.

Tales proyectos son tanto más sorprendentes por cuanto no se ha anunciado nada comparable para confesiones como el Islam o el budismo, cuyos representantes son considerablemente más numerosos en China que los católicos.

¿Se trata de un gesto de pura complacencia hacia el Occidente cristiano? No; hacia Roma, en todo caso, porque el obispo Yan Gaojian ha tenido buen cuidado en precisar que la consagración del nuevo obispo constituye «una manifestación de la independencia de la Iglesia católica china», que, como ha recordado, sostiene el principio de la triple autonomía: administrativa, apostólica y financiera. «La autoridad religiosa viene de Dios y la voz del pueblo es la de Dios.»

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