El aceite hirviendo de una freidora provocó el incendio del hotel Corona de Aragón, de Zaragoza
Nadie pulsó ninguna señal de alarma; los extintores, de los que había 170 distribuidos por los pasillos de todo el hotel, no llegaron a funcionar en ningún momento; los teléfonos de las habitaciones ocupadas tampoco intentaron conectar con la centralita. En muy pocos minutos, de dos a diez, según las declaraciones de algunos empleados del hotel Corona de Aragón, el edificio se vio envuelto en una lengua de fuego. Muchos de los huéspedes quedaron en sus camas (eran las ocho de la mañana), inconscientes por la acción del calor y del humo, y perecieron asfixiados, sin llegar a darse cuenta de lo que estaba ocurriendo.
El primer aviso recibido por los bomberos, cuyo parque se encuentra muy próximo al lugar del incendio, hablaba de que una de las chimeneas del hotel se había prendido, por lo que salió una dotación convencional, dispuesta a afrontar un siniestro de pequeña magnitud. Cinco horas después, extinguido ya el fuego, el número de víctimas, entre muertos y heridos, se contaba por decenas y quedaba seriamente afectada su estructura interior, con la fachada de piedra ennegrecida. El único hotel de cinco estrellas de Zaragoza, el Corona de Aragón, situado en la vía Imperial, con 237 habitaciones, garaje, piscina, sala de convenciones, peluquería, salón de belleza, sauna y gimnasio, aire acondicionado en las habitaciones, guardería para perros y bingo.Lo peor fue el pánico
El incendio se inició alrededor de las ocho de la mañana, en la freiduría-churrería de la cafetería Formigal, perteneciente al hotel, cuando se preparaban los desayunos. Según uno de los camareros, saltó aceite hirviendo al suelo y, a continuación, las llamas se propagaron a la cafetería. El fuego afectó al sistema de alimentación de la cocina, que funciona a base de gasóleo, y también a las tuberías de refrigeración del edificio, El calor concentrado y las llamas circularon a gran velocidad por los conductos del aire acondicionado, alcanzando en pocos instantes las dependencias de mantenimiento del hotel, donde muchos productos de fácil combustión se inflamaron de inmediato. El hotel tenía mucha madera y suelo de moqueta, lo que contribuyó a la propagación de las llamas, especialmente en la planta primera y la recepción.
Fuentes del parque de bomberos de Zaragoza manifestaron a la agencia Europa Press que el principal problema con que hubieron de enfrentarse para extinguir el fuego y para rescatar a sus ocupantes no fue el fuego ni el humo (una densa humareda negra que se atribuye a la ignición de la moqueta), sino al pánico de la gente. «Si la gente hubiera utilizado la escalera de emergencia», han declarado los bomberos, «se habrían salvado muchas más personas. Nosotros la utilizamos para rescatar así a los clientes y empleados del hotel. Les pedíamos, a través de los megáfonos, que conservaran la calma, ya que íbamos a rescatarlos, pero el pánico ha sido tremendo. La gente pedía auxilio y algunos se lanzaron al vacío sin esperar nuestra ayuda. »
La llegada de todos los servicios de urgencia provocó en los primeros momentos un enorme caos. En la vía Imperial, frente al edificio en llamas, se apiñaban coches de bomberos, ambulancias, coches-patrulla y grúas de empresas privadas, así como numerosos miembros de la Policía Nacional, Guardia Civil, Policía Municipal., bomberos de Zaragoza y de la base aérea, voluntarios de la Cruz Roja y soldados. El Ejército había acordonado la zona, ante el temor de que las llamas alcanzaran a un depósito subterráneo que contenía unos 150.000 litros de fuel-oil.
El fuego no fue provocado
Por otra parte, la presencia de miembros de la familia Franco entre los huéspedes del hotel impulsó a muchas personas, incluidos algunos directivos de la empresa propietaria del hotel, a suponer que el incendio había sido provocado. Este rumor, rápidamente desmentido por el gobernador civil de la provincia, Francisco Laína, y por el jefe superior de Policía, provocó una psicosis de tragedia en la ciudad. Máxime cuando llamadas telefónicas anónimas, algunas de ellas con voz femenina, anunciaban la colocación de artefactos explosivos en los principales hoteles de la ciudad, así como en las sedes de entidades bancarias, sociedades inmobiliarias y otros grandes locales situados en la zona más céntrica de Zaragoza, preferentemente en el paseo de la Independencia.
Algunos de estos establecimientos (hotel Goya, Caja de Ahorros de la Inmaculada, etcétera) fueron desalojados por instrucción de la policía, y la calma no se restableció hasta pasado algún tiempo.
Mientras tanto, las emisoras de radio difundían llamamientos solicitando sangre para los centros hospitalarios adonde iban llegando los heridos, necesidad que pronto se vio cubierta con creces. A lo largo del día, los balances provisionales de las víctimas, que se sucedían con febril rapidez, cambiaron la psicosis de pánico vivida en Zaragoza en las primeras horas por un profundo sentimiento de tragedia.
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