La retirada de Felipe González abre un proceso de clarificacion interna del PSOE
Las sesiones del XXVIII Congreso del PSOE fueron clausuradas en la noche del pasado domingo, tras designar una comisión gestora que lleve la dirección del partido hasta la celebración de un congreso extrábrdinario.Esta salida fue adoptada ante la imposibilidad de formar una candidatura a la dirección, tarea a la que renunciaron, por distintos motivos, hasta cuatro personas distintas: Felipe González, Enrique Tierno, Luis Gómez Llorente y Francisco Bustelo. Sobre el desarrollo de la última jornada del congreso y repercusiones posteriores informan Joaquín Prieto, Juan Francisco Janeiro y Sebastián García.
Un brillante discurso de Felipe González al plenario de delegados al XXVIII Congreso socialista, unido a la imposibilidad de constituir una candidatura a la dirección del partido que fuera coherente con los planteamientos radicales aprobados en sesiones anteriores, dieron lugar ayer a un hecho inédito en la historia del PSOE: la imposibilidad de elegir una nueva dirección. La situación fue salvada con la constitución de una comisión gestora -en función desde ayer- que regirá provisionalmente el partido hasta la celebración de un congreso extraordinario en el plazo máximo de seis meses.La decisión de Felipe González de no presentarse a la reelección como secretario general, por no estar de acuerdo con algunas de las resoluciones adoptadas en el mismo -así como por la ausencia de trabajo concreto en la estrategia que el partido debe seguir para los próximos años- fue anunciada personalmente por el líder socialista al plenario de delegados, lo cual ocasionó una auténtica conmoción entre éstos. Prácticamente relegó al olvido la sesión celebrada en la madrugada del domingo, en que los mismos delegados habían aprobado tina ponencia política con la que Felipe González estaba en manifiesto desacuerdo.
Las razones por las que el líder socialista ha tomado esta decisión pueden ser muchas, pero fuentes bien informadas creen que se encuentra enmarcada en una operación política a medio plazo de clarificación interna de su partido, que permita elegir una dirección coherente con los planteamientos que en el mismo se hagan en cuanto a resoluciones y estrategia. De cara al congreso extraordinario, la figura de Felipe González ha quedado extraordinariamente fortalecida tras la determinación de abandonar tareas de responsabilidad en el partido, decisión infrecuente en personas que ocupan cargos como el suyo. Muchos observadores ponen de manifiesto, además, que esta postura ha permitido al PSOE hacer una demostración pública de su grado de democracia interna, lo cual podría convertirse en un factor rentable desde el punto de vista político y electoral, compensador de la confusión ocasionada por el desarrollo del congreso.
Secuencia de los hechos
La jornada del pasado domingo 20 de mayo comenzó con los rumores de primera hora de la mañana, en el sentido de que Felipe González renunciaba a presentarse a la reelección, a la vista del resultado de la votación de la ponencia política que reafirmaba el carácter marxista del partido. Esta postura, que la mayor parte de los delegados no querían creer, se vio confirmada tras la llegada de Felipe González al Palacio de Congresos. A la vista de la situación, y mientras en el pleno se discutían y aprobaban ponencias pendientes, Enrique Tierno se reunió con Luis Gómez Llorente y Francisco Bustelo para tratar de hallar una solución al asunto. Terminada esta reunión, el señor Tierno acudió a hablar con Felipe González.
Entre tanto, por los pasillos del congreso comenzó a difundirse la versión -de fuentes presumiblemente cercanas a Felipe González y Alfonso Guerra- de que ya estaba organizándose una nueva candidatura a la ejecutiva, en la que Enrique Tierno sería presidente; Luis Gómez Llorente, secretario general, y Francisco Bustelo, vicesecretario del partido, mientras los implicados mantenían reserva. Estos rumores se completaron con otros en el sentido de que Alfonso Guerra había dado consigna de abstención respecto a cualquier ejecutiva que pudiera formarse. Miembros de la ejecutiva de UGT -Nicolás Redondo entre ellos- recibieron de Felipe González, en persona, la confirmación de que no se presentaba a la reelección, y la guerra de nervios llegó a su punto culminante al extenderse el rumor de que el propio Felipe González iba a presentarse ante los delegados para comunicar su decisión. El anuncio provocó auténticas carreras hacia el salón de plenos, que estaba completamente abarrotado cuando Felipe González hizo su aparición, al filo de las dos y media de la tarde, siendo recibido con una estruendosa ovación.
Tres mil personas
Las palabras de Felipe González fueron seguidas con una atención extraordinaria por más de 3.000 personas en el salón de plenos -Radio Nacional de España transmitía el discurso en directo a todo el país -, con momentos de emocionalidad intensa y ovaciones en los párrafos principales. Felipe González, centro de la atención general (véase reumen del discurso en estas mismas páginas), terminó su intervención en medio de enfervorizadas ovaciones por parte de las mismas personas que en la madrugada anterior habían votado a favor de posiciones ideológicas manifiestamente contrarias a las defendidas por el secretario generalcesante.
A la salida del acto, muchos delegados -pero especialmente los invitados y observadores- se acusaban mutuamente de haber «destrozado el corazón» a Felipe González y de irresponsabilidad por haber aprobado resoluciones con las que el líder no se mostraba de acuerdo. En medio de este ambiente, los dirigentes socialistas que habían intentado negociar una candidatura a la comisión ejecutiva -singularmente el señor Gómez Llorente- renunciaron definitivamente a su intento.
Al filo de las cinco de la tarde, hora límite para la presentación de candidaturas. el señor Gómez Llorente fue abordado por un grupo de periodistas, a los que declaró categóricamente: «Todavía no hay salida a esta situación. Desde luego, yo no pienso encabezar ninguna candidatura contra Felipe González, porque no quiero dar lugar a que pueda decirse siquiera que todo esto ha sido una sutil maniobra por mi parte para hacerme con la secretaría general del partido. » En otro lugar del vestíbulo del Palacio, Francisco Bustelo, cercado por un grupo de delegados y observadores, trataba de defenderse de las acusaciones que éstos le hacían: «Lo único que yo he hecho es defender matizaciones que suavizan la ponencia política aprobada en el XXVII Congreso. No he pretendido otra cosa ni creo haberlo hecho.» Alfonso Guerra se limitaba a sonreír y no adelantaba conclusión alguna a los numerosos requerimientos de los periodistas.
Reunión a puerta cerrada
Reanudado el pleno de delegados, prosiguió la aprobación de ponencias, no sin que se produjera la advertencia formal del presidente, José Federico de Carvajal, de que no había candidatura alguna a la comisión ejecutiva del partido. A la vista de la situación, y tras una serie de conversaciones entre pasillos, el presidente resolvió celebrar una sesión a puerta cerrada, en la que sólo estuvieron presentes los delegados y las ejecutivas de UGT y de Juventudes Socialistas para tratar de hallar una solución a la crisis.
Terminada la sesión, pudo conocerse la solución adoptada: en un acto un tanto a la deseperada, una mayoría de delegados - 149 votos frente a 162- rechazó la idea de formar una comisión gestora para regir provisionalmente el partido hasta un próximo congreso extraordinario y, en cambio, se aprobó otra resolución en el sentido de que se intentara formar una candidatura a la ejecutiva. Hubo varias intervenciones en favor y en contra de ambas tesis, según informaron algunos de los asistentes, pero el momento culminante del pleno -y el que motivó la adopción de la citada solución a la desesperada- fue una intervención de Francisco Bustelo, en el sentido de que, por su parte, estaba dispuesto a asumir las responsabilidades que fueran necesarias, pero que sus tanteos para formar ejecutiva habían tropezado con la negativa de la mayor parte de las delegaciones.
Tras la decisión del congreso de que se hiciera un nuevo intento, se dio otro plazo, hasta las diez de la noche, para la presentación de candidaturas. En el interim, los señores Bustelo y Castellano aún trataron de reunir fuerzas suficientes para formar una candidatura, sobre la base de muchas negativas -UGT, antiguos mierribros del PSP, federación catalana- y algunas adhesiones. Nuevamente intervinieron, en sendas ocasiones, los señores Tierno y Gómez Llorente, para hacer ver a aquéllos lo inútil de su intento. Con estos datos, y la extensión de una nueva consigna de abstención del señor Guerra para el caso de que efectivamente alguien formara ejecutiva, las principalesfiguras del partido acudieron a una reunión de cabezas de delegación, que comenzó poco antes de la expiración del plazo marcado para la presentación de una eventual candidatura.
Las razones de Tierno
En dicha reunión, varios dirigentes o «cabezas de grupo» fueron preguntados sobre las posibilidades existentes. El profesor Tierno dijo que no podía realizarse el intento, porque gran parte de las bases no admiten otro secretario general que Felipe González; porque existen problemas económicos y de financiación que atender y porque la Internacional Socialista no admitiría otro secretario general que Felipe González. Igualmente insunuó la posibilidad de que los poderes fácticos no estuvieran dispuestos a admitir un secretario general distinto al que hasta ahora ha llevado la dirección del partido.
Preguntado Luis Gómez Llorente por los delegados, igualmente se manifestó contrario a esta salida y favorable a la de una comisión gestora, entre otras razones, por la necesidad de un período de clarificación interna en el partido. Francisco Bustelo, por su parte, vino a repetir argumentos anteriores, en el sentido de que no se obtenía el apoyo de más de un 10% de las delegaciones para una posible dirección, por lo que era necesario renunciar al intento.
Por su parte, Felipe González confirmó de nuevo su negativa a presentarse a la reelección, en base a las razones explicadas durante su intervención ante el plenario de delegados.
Terminada la reunión, y reanudado el pleno, un representante de los cabezas de delegación explicó las posiciones de forma resumida, tras lo cual se hizo evidente que no había posibilidad alguna de elegir una nueva dirección. Por consiguiente, el congreso adoptó la solución de constituir una comisión gestora, presidida por José Federico de Carvajal, que convoque un congreso extraordinario en un plazo de seis meses, con dos únicos puntos en el orden del día: discusión política y elección de una nueva dirección. Al filo de las once de la noche, y tras una espectacular entrada de Felipe González en la sala -acogido con gritos de Felipe, Felipe-, todo el congreso, y los
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observadores e invitados que abarrotaban los dos auditorios del Palacio de Congresos, cantaron La Internacional, puño en alto, como final unitario de este difícil congreso socialista. Al final se reprodujeron los gritos de Felipe Felipe, especialmente en el sector de invitados, y PSOE, PSOE, este último en gran parte del sector de delegados.
La candidatura "non nata"
Según las diversas consultas realizadas por EL PAIS, la ejecutiva socialista acudió al congreso con una estrategia perfectamente definida: intentar una fórmula conciliatoria en el tema del marxismo -pactada por Alfonso Guerra y Luis Gómez Llorente- y proponer a los delegados una candidatura en que, junto al mantenimiento de los principales miembros de la ejecutiva saliente, ésta fuera reforzada por siete u ocho personas nuevas, de la línea centrista del partido (véase EL PAIS, 17-5-79). Estaban excluidos Francisco Bustelo y Pablo Castellano, y en dicha lista existían dudas respecto a algunos puestos -por ejemplo, la secretaría de organízación-, que iba a cerrarse según el desarrollo del congreso.
No obstante, los acontecimientos se precipitaron de forma notable. Luis Gómez Llorente defendió ante la comisión política la mencionada fórmula conciliatoria sobre el marxismo, pero fue derrotado ante las posiciones más radicales o avanzadas de Francisco Bustelo y Manuel Abejón; a su vez, Felipe González acudió a intervenir personalmente en el debate, y no sólo no consiguió modificar el curso de los acontecimientos, sino que sus intervenciones se tradujeron en un enfrentamiento verbal con algunos de los asistentes. Esta situación -ocurrida en la noche del viernes-, unida a la decisiva derrota en la votación definitiva ante el plenario de delegados, durante la madrugada del domingo, influyeron, sin duda, en un cambio de estrategia por parte de Felipe González, que decidió colocar al congreso ante la responsabilidad de conducir unas resoluciones radicales con las que él no estaba de acuerdo, y con la consiguiente retirada de la dirección del partido.
Para el resto de las incógnitas es más difícil obtener respuestas y el tiempo dirá si se trata de una cuestión de inmadurez de este partido, como aseguran muchos observadores, o si las razones son más complejas.
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