Veinticuatro, por dinero y por política
El dinero es el que mueve el deporte de alta competición en el mundo por mucho que los pudibundos olimpistas se empeñen en lo contrario. El vil metal y también la política, naturalmente, porque todo es político. Por ambas razones, y totalmente al margen del olimpismo, el Mundial de Fútbol del 82 en España deberá ser de veinticuatro equipos, en lugar de dieciséis, como hasta ahora. Económica y políticamente interesa al organizador y a la FIFA, organismo que confió en él para benefliciarse igualmente. Estos días se apañan detalles en Madrid y allá para mayo se decidirá en Zurich.Saporta, presidente aclamado del comité organizador, ya prometió que el Mundial sería rentable, infraestructuras aparte. Sabe de sobra, por ejemplo, que una invitación a tiempo a Estados Unidos, sin plaza entre los dieciséis primeros casi con seguridad, supondría muchos millones televisivos. Con tres invitaciones más de este estilo aún quedarían otras cuatro para que Joao Havelange, presidente de la FIFA, cumpliese con sus compromisos. Economía y política, todo unido. El organizador España tiene en su mano el aumento a veinticuatro equipos sólo justificando su capacidad, algo que parece indiscutible después de ver mundiales como los de México o Argentina.
Las multinacionales están al acecho y el mejor postor se llevará las portadas y contraportadas. El fútbol ya se mueve así. La decadente es la pobre parcela olímpica. La FIFA, para lavarse las manos de los mismos militares polacos, húngaros o soviéticos que juegan igual de amateurs que de profesionales, se inventó en Buenos Aires la norma de que todo jugador participante en un partido del Mundial no podría estar en Moscú 80. Un paño caliente, vamos, quedando el olimpismo degradado una vez más. Más o menos como pasa ahora con el superprofesional tenis, que quiere exhibirse ridículamente en Los Angeles 84.
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