Injerenciás eclesiásticas
Soy católico creyente, y al leer la comunicación de la Conferencia Episcopal sobre el borrador de la nueva Constitución, me he llenado de indignación.Indignación no motivada por lo que dicen. Desde hace mucho tiempo, como otros -bastantes- católicos, me guío más por mi conciencia de hombre en el mundo, que por las directrices que una jerarquía desclasada puede darme.La indignación, precisamente desde mi ser de católico metido de lleno en el mundo del trabajo, es el desconocimierito de la realidad que parecen terier nuestros pastores.Saben estos señores los problemas de las mujeres, que en vuelo charter, marchan a abortar a Londres. Saben la angustia de las que abortan clandestinamente en España. No tengo cifras, pero rondan el medio millón anual.
Saben la tragedia de tantas parejas rotas, que lo único que hacen es destrozarse mutuamente.
Cómo interpretan estos señores las palabras de Cristo: «No he venido a romper la caña cascada, ni a apagar el pábulo que humea.»
En cuanto a la «mayoría católica española», desde mi mundo del trabajo es un mito, una frase hecha, una de esas palabras hinchadas que ya no tiene vigencia.
Y que conste que estoy soltero, que no soy un joven inconsciente y que he militado durante muchos años.en movimientos apostólicos.-