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Tribuna
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La llave del Gobierno

Manuel Vicent

Resulta que las Cortes no son una feria de tejidos, ni un desfile de modelos. Porque hasta ahora parecía que lo más importante era la corbata de los diputados, pero en la primera sesión ya se ha visto que lo importante no es la corbata, sino las intenciones que los padres de la Patria llevan debajo del esternón. El señor Jordi Pujol, representante de la pañería catalana, ayer abrió ya el maletín de las muestras.El primer trabajo de las Cortes ha consistido en elegir a los diputados y senadores que formarán la comisión de urgencia. No crean que es cualquier bobada. Es una formidable llave de paso para manipular una vía de agua por donde el Gobierno puede colar los decretos-leyes de canto. El primer debate se ha establecido para ver quién se hacía con el mando de la válvula. Debajo del asunto latía además un problema político de respeto a las minorías que con toda lógica pretendían estar presentes en el control de este paso a nivel. Y habló el señor Carrillo, con voz arañada por el tabaco, haciendo cosquillas democráticas a la derecha. Y habló luego el socialista Peces Barba con una convicción de novicio domador de fieras. Pero nada, tío. Sucede que la compraventa ya estaba hecha.Se da el caso esperpéntico de que algunas minorías han votado contra sí mismas. Contra la propuesta del PSOE ha votado Tierno Galván; contra las alegaciones de los comunistas han votado con su abstención la minoría catalana. Probablemente la actitud del PSP se deba a una cuestión de urticaria, a un acné juvenil; allí sentaditos Tierno y sus muchachos parecían niños que estaban de morros. En cambio lo de Jordi Pujol se explica, porque eso no ha sido más que un negocio. La minoría catalana ha votado con los del Centro y Alianza Popular y en recompensa han logrado colocar a uno de los suyos en la comisión de Urgencia Legislativa.

No hay más que hablar. Lo que se ve a simple vista es que estas Cortes vienen muy lastradas por la ley de Reforma Política, que es una telaraña orgánica donde aún está atrapada la izquierda. Uno comprende entonces esa cara de resignación, de masoquismo risueño que ofrece Carrillo desde la grada; el nerviosismo de Alfonso Guerra, que es un joven pálido con la ulcera política envuelta en latín; el gesto dormitante de Pasionaria con el ceño hundido en la mano mientras sueña con lejanos paraísos; la sonrisa irónica de Ignacio Gallego. Animo, próceres, que ya llegará la vuestra. De modo que Suárez ya tiene en la mano la llave del decreto-ley y ahora sólo queda implorar a la patrona del lugar para que la use con moderación. Una llave mágica que Calvo Sotelo, el alguacilillo del Centro, después de zascandilear entre las gradas como un acomodador, ha entregado al presidente de la Cámara y éste desde el estrado de caoba ha arrojado galantemente adornada con un lazo hacia el banco azul. Suárez la ha introducido en su sombrero de copa para mostrarla algún día convertida en conejo.

Después por los pasillos, entre corros de contratación y compraventa de votos, se deslizaba la figura de Xirinacs, el terrorista hindú con un maletín de panfletos para la amnistía, como un rayo puro y barbado que no cesa, buscando el puesto que tengo allí, de pie en el Senado, oficiando de gurú con la cabeza llena de lógica matemática. Da la sensación de que es el único que no se ha tomado este tinglado a broma.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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