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Sólo con los miuras hubo "Feria del Toro"

Al toro AIgabeño, de la ganadería de Miura, lidiado en tercer lugar en la tercera corrida de los sanfermines, le ha sido adjudicado el premio al toro más bravo de la feria de de Pamplona. La propia corrida de Miura ha sido premiada por el conjunto de su presencia y comportamiento.

Son decisiones acertadas. AIgabeño no fue, un toro bravo a carta cabal, aunque sí el más bravo de una feria en la que no brillaron las reses por su bravura, precisamente. Los miuras, con predominio de mansedumbre en su comportamiento general, dieron, en cambio, un gran espectáculo.Castaño chorreao, de admirable estampa, bien -armado, aunque escobillado de los dos pitones, Algabeño tuvo una salida desalentadora: abanto, echaba las manos por delante a los capotes. Luego se arrancó pronto al primer encuentro con el picador, recargó crecido, y muy fijo en el peto, empujó al caballo hasta la misma boca de riego. Obedeció allí al quite, pero s e revolvió hacia el caballo y recibió un picotazo, del que le sacaron de nuevo los capotes. Para el siguiente encuentro le cambiaron de terreno (del dos al siete), y entonces cabeceó. Colocado otra vez en suerte, en el seis, cabeceó y acabó reculando, con la cara alta, claramente a la defensiva.

Es decir, que, como se dice en el lenguaje coloquial taurino, «cantó la gallina». Pero en la muleta tuvo un comportamiento, noble y alegre, y murió de una estocada, en el tercio -donde se la propinó Galán-, desentendido de la querencia de chiqueros. Por aclamación pidió el público, y concedió la presidencia, la vuelta al ruedo a este toro.

El resto de la corrida, como decíamos, constituyó un gran espectáculo. Toros de cuajo y seriedad, capas variadas, emoción en todas sus reacciones, propias del toro de lidia con casta. El que abrió plaza; castaño de tremenda alzada, cornalón, pinta de toro antiguo, fue recibido con una ovación cerrada. También tomó con bravura un primer puyazo, pero tan fuerte que los otros dos encuentros se quedaron en sendos picotazos, y a la muleta llegó agotado. El último de la corrida un cárdeno hondo de corpulencia imponente, pavorosas astas, desarrolladas, vueltas y astifinas, resultó manso en el primer tercio y desarrolló sentido, de modo que, acabó muy difícil. Sólo el coraje increíble de Ruiz Miguel pudo convertir en triunfo con oreja- lo que estaba abocado a un trasteo de fracaso y quizá también con final de enfermería. Un derrote de este miura, en plena faena, partió el chaleco de Ruiz Miguel.

"Feria del Toro», pero menos

Estos miuras han sido el gran éxito de la Feria del Toro, que, por lo, demás, ha respondido en muy poco -a su denominación. Muy bien presentada estuvo también la corrida de Guardiola -con, varias, reses manejables- La de Pablo Romero, muy desigual, resultó fácil y fofa. La de Concha y Sierra, todos sus toros como salidos de las estampas clásicas de final de siglo; capas variopintas, con combinaciones caprichosas, cual pintadas -el sardo con el cárdeno; el cárdeno con el qastaño y el salpicao; el salpicao con el mulato, lucero, bragao y listón; un negro azabache-, fueron, sin embargo, el gran desencanto de la feria, por descastados y mansos. Nervio y mansedumbre mostraron los toricos navarros de César Moreno, uno de los cuales saltó al callejón -igual había hecho un pablorromero-, y aunque desiguales de presencia, los hubo con respeto. Y aquí acabó lo que habría Podido llamarse feria del toro, como puede apreciarse, sin demasiada propiedad.Porque lo que siguió fue un saldo. Llegaron las figuras, y con ellas, el torete aborregado, marca Osborne, Domecq y Torrestrella -que, también es Domecq- Y como remate, una corrida de remiendos para el cartel de máximas figuras, porque los veterinarios echaron para atrás -cuatro de las reses de María Pallarés que aquéllas habían traído para su mayor comodidad.

Es decir que la Feria del Toro, salvó las excepciones ya señaladas en cuanto a las condiciones de ciertas reses -las de Miura por encima: de toda-, ha sido una de tantas. Y en cuanto a lo artístico, rara vez rebasó la mediocridad. Quedan de la feria, en este aspecto, tras mucho espigar -y con independencia de las lucidas actuaciones de los novilleros Palomar y Armillita, y de los rejoneadores Domecq y Moura-, la soltura de Ruiz Miguel frente a guardiolas y miuras -con doble corte de oreja en éstos-; unos muletazos de Julio Robles con los imposibles Concha y Sierra; un tercio de banderrillas protagonizado por Frascuelo (también banderilleó muy bien el subalterno El Ecijano); la calidad incuestionable de El Viti, a retazos; una gran estocada de Manzanares y pinceladas -con la muleta- de este mismo torero; y la barbaridad de Galán, que se tiró encima del miura ahora premiado, para matarle sin muleta.

Los momentos de mayor vibración en el público por los incidentes de la lidia fueron, precisamente, en estas dos estocadas, ambas con aires de tragedia, pues en las dos hubo volteretas impresionantes, y propiciaron el éxito, que llegó a ser de apoteosis, de los respectivos matadores.

Ojalá la feria de este año sirva de lección a los organizadores para el montaje de la próxima. Ha quedado claro que el público quiere toros; que el toro, base de la fiesta, es el argumento principal de los sanfermines, para el encierro y para la corrida. Y que cuando no hubo toro, precisamente en los carteles con figuras, éstas no exhibieron tanto arte como para suplir la emoción que faltaba. Es decir, que si no hubieran ido a Pamplona porque no les convenía el gran toro de trapío y fiereza, tampoco hubiera pasado nada. Y además: la plaza se llenó siempre; lo mismo con los modestos que con los poderosos.

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