Las razones sobre el PCE

LA EXPLICACIÓN dada por el señor Suárez, en su alocución televisada, acerca de la legalización del PCE, ofrece una novedad interesante y digna de elogio. No estábamos acostumbrados los españoles a que los gobernantes explicaran públicamente sus medidas políticas. Suárez lo ha hecho y es de agradecer. Quizá sólo se le deba reprochar que lo haya hecho tarde. Muchos ciudadanos, preocupados y asustados por la explosión de cólera de los sectores franquistas y por la reacción de algunos mandos militares, después de Semana Santa, hubieran agradecido que el presidente del Gobierno acudiera. en aquellos días a Televisión para tranquilizar al país, explicar los motivos de su decisión y situar el conflicto en su, debida perspectiva. La legalización del PCE era una necesidad funcional del proceso democratizador y, a la vez, una exigencia de principios del sistema pluralista. El señor Suárez hizo lo que, por torpeza o miedo, sus antecesores en el Poder dejaron pendiente. Tal vez se retrasó demasiado y empleó vías algo tortuosas; pero tomó la medida cuando todavía era tiempo.Por lo demás, buena parte de los argumentos utilizados por el señor Suárez para justificar la legalización del PCE tienen alcance general y son perfectamente válidos. Así, el realismo político, el patriotismo, la conveniencia de despejar cualquier duda sobre las elecciones de junio, la improcedencia de reprimir y marginar a un sector del país por motivos ideológicos, la necesidad de que los conflictos se diriman en las Cortes y no en algaradas callejeras, etcétera. Ahora bien, al expresarse de esta correcta manera y mantener, al tiempo, en el congelador los expedientes de una serie de partidos de izquierda, del carlista y del republicano, el presidente. del Gobierno incurre en una incoherencia.

El día 8 de mayo se cierra el plazo para la formación de candidaturas. Si el señor Suárez es consecuente con sus propias palabras, antes de esa fecha deberían estar legalizados todos los partidos cuyos estatutos formalmente no infringen la ley penal. De otra manera, cabría volver contra el presidente algunas de sus preguntas de la otra noche: «¿No debemos, acaso, hacer absolutamente sinceras las elecciones para que nadie pueda argumentar, en perjuicio de la estabilidad nacional, que no hubo igualdad de oportunidades? ¿No es preferible contabilizar en las urnas lo que, en caso contrario, tendríamos que medir sobre la pobre base de algaradas callejeras?»