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El robo de ganado es algo frecuente en Madrid

En los últimos siete años, y sólo en el término municipal de Colmenar Viejo, han sido robados unos 360 animales de granja, desde palomas y gallinas hasta toros y caballos. Las denuncias presentadas no han servido para nada, y los escritos enviados al Gobierno Civil no han tenido contestación. Los robos son obra de profesionales, en opinión de los mismos afectados, y el destino de los animales podría orientarse hacia restaurantes poco escrupulosos o mataderos semiclandestinos.

Un grupo de ganaderos, todos ellos de tipo medio, con el que hemos hablado, expone la situación así:

«Los robos comenzaron a cobrar intensidad a partir de 1970. Se han producido tanto en el campo, como en las cuadras o cobertizos, y tanto de día como de noche. Algunos de nosotros decidimos vender el ganado más fácil de sustraer, y cuidar únicamente vacas y animales grandes. »

«Hasta hoy, y tal como figura en un escrito que enviamos al Gobierno Civil en enero, han desaparecido 33 ovejas, 154 corderos, veintitrés borregos, seis vacas, cinco toros, una novilla, un choto, cinco yeguas, una mula, 117 gallinas, dos cabras, dos caballos, una burra, dos pavos, dos palomas, una ternera y una chiva.»

El escrito menciona la situación de desamparo en que se encuentran por parte de las autoridades locales y concluye advirtiendo que cada ganadero tendrá que defenderse por sus propios medios.

Se pide, por último, que se tomen las medidas oportunas para prevenir la repetición de los robos. El escrito aún no ha sido contestado.

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«Estos hechos son muy graves —continúan—, porque el cuidado del ganado es nuestra forma de vida. Pero lo peor de todo es el sentimiento de desmoralización que llega a dominarnos. Aunque el cometido de la Guardia Civil consiste justamente en vigilar las zonas rurales, nunca se ha conseguido de tener a ningún ladrón, y tampoco hemos conseguido que se monte un servicio de vigilancia en el campo. Hace años nos propusieron que, cada noche, uno de nosotros, acompañado por dos guardias civiles, patrullara las tierras. Este sistema fue bueno, y durante año y medio se redujeron los robos, pero a partir de septiembre de 1975 no se utilizó más y volvieron a comenzar.»

Por su parte, el alcalde envió una carta a la comisión del campo de la asociación de vecinos, diciendo que este asunto es competencia de la Hermandad de Labradores y Ganaderos y de la Guardia Civil, y que el Ayuntamiento no puede intervenir.

Los ganaderos presentes cuentan casos en que se llegó a muy cerca de descubrir a los posibles autores, y se facilitaron a las autoridades incluso matrículas de coches que muy bien pudieran ser de éstos. Tampoco han vuelto a tener noticias de las posibles investigaciones iniciadas, y sospechan simplemente que no se inició ninguna.

«Creemos que esto es cosa de profesionales. Han robado hasta doce corderos de una vez, y hasta cinco toros. Para esto hay que utilizar un camión, como mínimo. Otras veces, los ladrones han descuartizado a las reses en el mismo lugar, y han dejado la cabeza y las entrañas. El mes pasado a un vecino del pueblo, llamado Marañas, que tiene la cuadra a doscientos metros de las casas, le robaron cinco gallinas, cinco chivos y una vaca. Le mataron otras dos cabras y cortaron las ubres a otra vaca, que lógicamente murió más tarde.»

Siete años padeciendo esta situación, sin encontrar soluciones en parte alguna, han reducido al escepticismo, y las reuniones convocadas por la Hermandad no han producido nuevas salidas.

«Queremos hacer hincapié, por último, en que el problema de los robos no es el mayor de los ganaderos. La venta de la leche a las centrales lecheras es un robo diario. Por ejemplo, si la densidad de grasa excede una décima de lo legal, nos gratifican con quince céntimos por litro, y si falta una décima, nos quitan treinta céntimos. Otro ejemplo, el Estado bonifica con cuarenta céntimos cada litro de leche que importa del extranjero, y lo entrega a las centrales para que éstas lo hagan a su vez a nosotros, cosa que sucede tarde, mal y nunca. Lo que ocurre es que la Administración no nos puede defender de las centrales.»

«Este conjunto de factores hace que la juventud se vaya alejando. De los doscientos ganaderos que hay en Colmenar, un 75% son mayores de cincuenta años, y no hay ninguno menor de veinte.»

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