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Tribuna
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La responsabilidad de una negociación

El Gobierno parece que ha optado por el «esperar y ver» en el conflicto planteado por los campesinos del norte de España que ha llevado a más de 40.000 tractores a los arcenes de las carreteras. La esperanza de que la espontaneidad del movimiento, el cansancio de sus iniciadores y la situación de época de siembra con buen tiempo en algunas zonas neutralicen el problema, abonan la tesis del Gobierno a favor de que el movimiento se disolverá por si mismo.Los datos que hemos podido recoger del contacto con los protagonistas de las concentraciones abonan, sin embargo, otra tesis según la cual si el presidente Suárez o un delegado suyo bien calificado recibe y escucha a los representantes de los manifestantes, el conflicto en su manifestación pública acabará.

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Al dilema sobre quiénes son los auténticos representantes, cuestión que se resolverá con el paso de los meses y el establecimiento de la libertad sindical, hay que responder diciendo que el Gobierno debe recibir a todos aquellos que puedan exhibir alguna representación.

El Gobierno quizá acierte al pensar que el conflicto morirá por si mismo, pero ¿qué puede ocurrir si no es así y con el nerviosismo aumenta la confusión y la violencia? En una etapa de transión y por ello de legitimidades imprecisas, el Gobierno tiene la responsabilidad de escuchar y negociar, aunque no haya reivindicaciones concretas, y sobre todo de evitar graves situaciones que pueden degenerar en violencias innecesarias.

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