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El exilio latinoamericano, concentrado en Venezuela

En Venezuela se vive una libertad genuina. Más aún, es el único país latinoamericano en condiciones de exigir -como lo hizo durante la reunión de la Organización de Estados Americanos (OEA), a principios de junio el cumplimiento de los acuerdos sobre derechos humanos en los países del continente. Miles de exiliados de Argentina, Uruguay, Chile, Brasil, Bolivia, se han integrado a Venezuela donde encontraron las posibilidades que sus patrias no les dieron. Venezuela y México son ejemplares en Latinoamérica por su acogida a los asilados. No hay, aquí, excluidos. No hay ideología que no pueda ser voceada.

Esta amplitud democrática venezolana se alcanzó tras un doloroso proceso. Al iniciarse el siglo vivía en una férrea, anquilosada dictadura cuyo caudillo -por así llamarlo- se mantuvo por casi tres décadas. Y una década más de sucesores tiránicos, y seis meses de democracia, cuando fue electo presidente el intelectual Rómulo Gallegos. Otra larga noche -diez años- que protagonizó básicamente el coronel Marcos Pérez Jiménez, quien tras huir del país en 1958, tuvo la osadía de reclamar ante el consulado en Miami elevadas cantidades de dinero que había olvidado en un maletín, al salir apresuradamente.Las dictaduras se mantuvieron sobre la espesa, negra trama del petróleo. En su ignorancia, creyeron que la picardía era el soborno, las prebendas, el alquiler de la tierra, y no el líquido basto que tanto interesaba a los norteamericanos. El dictador venezolano de este medio siglo puede conocerse en «El otoño del patriarca», de García Márquez y, quizá también en «El recurso del método», de Alejo Carpentier, quienes los conocieron de cerca.

La democracia llegó en 1958 y se estableció sólidamente. Con ella, Venezuela creó una política petrolera soberana que resultó ejemplo para los países productores y permitió, con sucesivos avances, alcanzar la nacionalización de la industria que provee el 95 por 100 de los ingresos externos nacionales.

La democracia no fue un camino fácil. Al comenzar la década del 60, el presidente Rómulo Betancourt (Acción Democrática) debió dedicar todo su esfuerzo en anular intentonas militares y contener la subversión izquierdista más seria y fuerte que se hubiera conocido en Latinoamérica. Raúl Leoni (AD) siguió su obra, caracterizándose su período por sus aspectos de transición. Rafael, Caldera (social- cristiano) logró la pacificación del país formalmente: al comenzar la actual década los guerrilleros se reintegraron a la vida nacional, los militares habían abandonado toda idea de copar el poder. En una década, los dos partidos mayoritarios lograron concretar una coherente expansión de la democracia, de la paz social y de la vida, económica. En diez años, los dictadores pasaron al olvido y concitan el repudio.

Actualmente, el tercer partido en orden de votación en las elecciones últimas (1973) es el Movimiento al Socialismo, cuyos principáles teóricos son ex guerrilleros. Lograron el 3 por 100 en los comicios, AD 49 por 100 y los socialcristianos el 37 por 100. El Partido Comunista apareció borrado en esta prueba. El perezjimenismo, que en su momento alcanzó aparente fuerza popular, se disgregó entre las peleas de sus caudillitos ofreciéndose al mejor postor.

La oposición de AD se reduce a los socialcristianos (COPEI). En estos días, y preparándose los partidos para divisar su candidato con miras a las elecciones de 1978, el clima político se ha caldeado. COPEI anunció pasar a una oposición agresiva, y lo está cumpliendo. Las acusaciones contra el Gobierno, y las respuestas del partido de Gobierno, están enturbiando un clima político que parecía ejemplar. Muchos -sobre todo los poderosos empresarios de Fedecámaras- temen que el proceso se desboque. Pero tal temor parece infundado: los partidos políticos venezolanos tienen conciencia cierta del costo que tuvo para el país la democracia, y su defensa y consolidación cuenta con respaldo unánime.

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