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La sombra del Che es alargada

«Con el cuerpo del Che se hicieron algunas mutilaciones, y con sus restos algunos repartos», acaba de declarar en Buenos Aires el ex comandante del Ejército boliviano Luis Reque Terán. «Su voz quedó enlatada en los Estados Unidos, su diario y otros documentos en poder de las Fuerzas Armadas. Su fusil fue a parar a manos del general Zenteno; el reloj, a la muñeca del general Ovando Candia, y la pipa, al bolsillo del sargento Bernardino Huanca. Se dice que la campera ensangrentada la guarda el pueblo de Valle Grande y no quiere soltarla a ningún precio. »La sombra del Che Guevara ha recorrido valles y quebradas, universidades y fábricas desde que el 9 de octubre de 1967 fue rematado en la escuela de La Higuera por el sargento Mario Terán Ortuño.

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Asesinan a tiros al embajador de Bolivia en París

Toda la liturgia y la iconografía nacida al socaire de su misión imposible se ha extendido con peligrosa celeridad para los supuestos responsables de su muerte. Ayer, el general Zenteno Anaya fue fríamente asesinado por un comando que se reclamaba del «comando heroico». Hace dos días, el general Ovando Candía declaraba en Madrid, donde está exiliado, que la responsabilidad de aquella muerte fue del presidente Barrientos. Reque Terán acusó recientemente a Ovando y a Juan José Torres de haber ordenado la ejecución.

El coronel Andrés Slich, que mandaba el batallón de Ingenieros de Valle Grande y que fue el primero en interrogar a Guevara, murió a consecuencia de las torturas que los subordinados de su sucesor en el Ministerio del Interior le inflijieron. El general Juan José Torres, que fue presidente de la República, se encuentra ahora exiliado en Argentina. Barrientos, el «general del pueblo».y presidente, falleció trágicamente cuando su helicóptero se despeñó. Alguien habló de complot terrorista... En cuanto al capitán Gari Prado, en la actualidad es agregado militar en la embajada boliviana en Madrid.

Un trágico destino parece unir a todos los protagonistas de aquel episodio, por encima de sus ideologías, intereses o convicciones. La teoría liberadora del Che ha generado, es cierto, sangre y no pocas decepciones. El rumbo político de Bolivia después del Che no ha sido y no es todavía un modelo de estabilidad.

Pero el nombre del comandante y médico argentino parece seguir vivo, y su sombra, alargándose.

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La injustificable muerte del embajador boliviano en París ha servido para actualizar la extraña fascinación que en su momento ejerció la teoría foquista sobre las vanguardias revolucionarias del subcontinente americano. Alguien no ha sido capaz de perdonar y de entender. Y es posible que los ajustes de cuentas, como en la más pura tradición del cine negro, se eternicen.

Los mitos sirven para confeccionar posters o inventar devociones. Pero también para matar y morir.

La muerte de Zenteno recuerda otra de parecidas características: la del general chileno Prats en Buenos Aires. Ambos resultaban, con respecto a sus respectivos países, igualmente inofensivos, aunque uno gozara de las mieles diplomáticas y el otro sufriera las hieles del exilio.

Sobre Zenteno pesaban graves acusaciones, y no sólo en relación con la muerte del Che. Se le responsabilizaba del bombardeo contra la Universidad de La Paz en 1971. Y de haber exterminado a la guerrilla posterior al Che.

Prats sólo podía ser acusado de no haber secundado un golpe militar que salvara a la Unidad Popular chilena. Prefirió el exilio o el ostracismo.

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