O eres de Camas o eres alemán
Pudo haberse hecho una consulta en el estadio acerca de quién tenía que tirar el penalti del Madrid, al fin y al cabo el madridismo consiste en cumplir la última voluntad del verdugo
El jueves en Sevilla, con el Madrid perdiendo 3-1 y a dos goles de una humillación espectacular, se produjo un penalti a favor de los blancos. Lo que ocurrió después fue muy confuso. De los jugadores que había en el campo el tirador titular era Ramos, pero a Ramos los radicales del Sevilla le habían llamado “hijo de puta” todo el partido, así que lo lógico sería no avivar el fuego. Más importante que asegurar la Copa era que no pasase mala noche un ultra.
Pudo haberse hecho una consulta en el estadio acerca de quién tenía que tirar el penalti del Madrid, al fin y al cabo el madridismo consiste en cumplir la última voluntad del verdugo, pero aquella asamblea llevaría toda la noche. Finalmente, en un golpe bajo propio de su carácter traidor y totalitario, el Madrid decidió quién tiraría su propio penalti: Ramos.
Después de la provocación, se puso sobre la mesa el siguiente debate: cómo lo tenía que tirar. Una parte de la afición sevillista optó porque Ramos lo tirase despacio por la derecha; esa corriente tuvo muchos adeptos, pues el portero estaba en la asamblea, pero una corriente mayoritaria lo desbordó todo: Ramos, como había jugado en el Sevilla, tenía que tirarlo fuera. Para medir si su sevillismo era auténtico se decidió incluso que el balón tenía que llegar más lejos del estadio que el lanzado en el Bernabéu contra el Bayern. O eres de Camas, le dijeron, o eres alemán.
Cuando Ramos se dirigió al balón, sin embargo, hizo una maniobra rarísima: amagó con que golpeaba el balón y la empujó suave por el centro. Fue terrible: un gol en globo. Lo curioso es que esa opción había sido la tercera más votada en la asamblea entre aplausos.
El resultado para el Madrid fue desolador. Otra vez había conseguido su objetivo, otra vez había arrastrado su imagen. ¿Tan difícil era perder por cuatro goles? ¿O ganar con cariño, como el Barça? Al marcar su penalti Ramos se dirigió a la grada que le había llamado “hijo de puta" porque sospechó que se refería a su madre. Los que le insultaron respondieron, con cierta lógica, que quien insulta tiene derecho a darle el significado que quiera al insulto y a obligar al insultado a que lo acepte. También a medir su grado de ofensa, que de ningún modo incluye la locura de meter un gol. Eso es llevar las cosas al extremo: romper puentes de diálogo.
Así que sobre la mesa está de nuevo el debate, muy pertinente, sobre si el Madrid debe desaparecer o no. ¿Pero cómo hacer desaparecer algo que, haga lo que haga, siempre es útil?
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