Morata, el apagafuegos
La garra del delantero vuelve a resultar crucial para salvar la cara a un Madrid pálido
Tiene el Madrid en Morata a uno de esos jugadores que sacan partido de las sobras. De los minutos finales en los que los partidos son ya asuntos personales y el juego pasa a un segundo plano. Ahí se mueve mejor que nadie el canterano, que ante el Athletic volvió a reivindicar su valía desde la trinchera, y lo hizo el día que cumplía 24 años. Marcó con el alma, porque se trataba de empujar el balón a la red con lo que fuera. Su cuarto gol de la temporada resolvió el partido a un Madrid sin peso, que sin maquillaje mostró que sus ojeras siguen estando ahí.
Llovió sobre Madrid como lo hace alrededor del mar Cantábrico, poco a poco, sin pausa, mojando. Quizás por eso el Athletic se sintió como en casa y mientras pudo jugó como si estuviera en un pasillo conocido. Más cómodo que ningún otro pareció Sabin Merino, un jugador que tras su gol ayer acumula ya un tercio de su anotación en Primera con los rojiblancos en el Santiago Bernabéu, dos de seis. El undécimo gol que reciben los blancos en los últimos 13 encuentros, y el octavo que recibe de forma consecutiva. No fue el único secundario con ansias de protagonismo. Lekue, un lateral que no es latera, y que empezó jugando en la izquierda sin ser zurdo y en la derecha por la lesión de De Marcos, llegó a derriba a Bale en uno de esos choques hombro con hombro en los que el galés acostumbra a quitarse jugadores de encima como quien espanta moscas a cañonazos.
El Madrid pareció sorprendido por un equipo mucho más combativo de lo esperado y que venía de acumular cinco derrotas y 21 goles encajados en sus últimas cinco visitas al Santiago Bernabéu. Con el mismo once que goleó al Betis en el mejor partido de los blancos hasta el momento, Zidane decidió repetir alineación por primera vez, contemplando la posibilidad de que Kroos, Kovacic e Isco se bastarían para contener al maltrecho centro del campo rojiblanco.
No fue así. El desgaste de Eraso a la hora de tapas la salida de balón por banda y la versatilidad de Raúl García evitaron que Kroos mantuviera una conexión frecuente con la pelota. La pasividad de Cristiano y Bale para retrasar su posición situó al Madrid en un escenario desnutrido. Con Benzema fuera de la cadena de ataque los de Zidane acabaron apostando por el centro al área donde tampoco Cristiano encontró consuelo. Frustrado ante el Legia en Champions, donde se fue de vacío, el portugués remató cada ocasión que tuvo, pero la pelota nunca encontró portería. Ni siquiera cuando se quedó solo ante Iraizoz y le remató al cuerpo con toda la portería de cara Todo lo contrario que a Morata, al que los goles se le aparecen en medio de la nada.
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