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El belga Meersman gana en un accidentado final en Lugo

El ciclista del Etixx-Quick Step se consolida como rey del esprint tras su segunda victoria en la Vuelta

El belga Gianni Meersman (Etixx) en el esprint final de la quinta etapa.
El belga Gianni Meersman (Etixx) en el esprint final de la quinta etapa.J. Lizón (EFE)

No se sabe quién ganará la Vuelta, pero la carrera ya ha elegido a su mejor esprínter. No están los más acreditados, pero Gianni Meersman, el ciclista belga del Etixx-Quick Step, es el mejor de los aspirantes a estas oposiciones de llegadores en una carrera que no está pensada para ellos. El chico ya ha ganado los dos esprints, o sea, que gana por goleada, porque en tierra de montes la llanura es una anécdota. Ni ayer, pensada la etapa para el esprint, había calma, porque había dos kilómetros de cuesta —porque en Lugo hay muchas cuestas—, lo que reducía el número de opositores.

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Algunos se borraron porque sus piernas no están diseñadas para finales explosivos. Pero a la gran mayoría les borró la típica caída cuando el pelotón es abundante y las calles se estrechan: se exceden los límites de velocidad y las ruedas se acarician como en un beso malvado. Tenía que ocurrir y ocurrió. Fue dentro de los tres últimos kilómetros que protegen el tiempo de accidentes e incidentes. El primero que besó el suelo fue el holandés Steven Kruijswijk, líder del equipo Lotto NL-Jumbo, que cayó a los pies de una familia de espectadores que miraban horrorizados los gestos de dolor de uno de los candidatos al triunfo final. Dolorido, estirado, con los brazos sobre el pecho, era atendido por los doctores. Con mala pinta para poder seguir adelante. El holandés no es un tipo con suerte: una caída le privó de un Giro que debió haber ganado y una caída puede haberle privado de disputar la Vuelta.

Poco después se cayeron los demás: un afilador, dos, tres, cuatro, cinco al suelo y el pelotón cortado reduciendo el esprint a un manojo de pretendientes. Chris Froome se escapó de milagro de la caída. También Alejandro Valverde o Samuel Sánchez. El resto de favoritos se quedó cortado pero sin consecuencias en la clasificación.

Froome se salva

Prevalecía el miedo. Froome, aún sudoroso, colgó un tuit celebrando que evitó por una décima implicarse en la caída. Atapuma, el líder, también temió irse al suelo porque la caída le pilló por delante y temió que un frenazo le hiciera medir la distancia que había hasta el suelo. Era tiempo de sorpresas. Llovió en Galicia, después de varios días de sol prepotente, quizás para hacer valer el tópico. Llovió en Lugo, con algunos rayos, algunos truenos y una lluvia alternativa, a veces irritada, a veces mansa, pero incansable. Y sin embargo la caída se produjo en la capital cuando brillaba el sol y descansaba sobre esas casas blancas y grises que le dan a la ciudad un aire de sierra pirenaica, entre pizarras y piedras planas. Y se cayeron al borde la muralla romana que protege una parte de la capital de amenazas antiguas.

Atapuma en la sala de espera

A Darwin Atapuma, el colombiano del BMC, le tocó esperar. Salían las clasificaciones accesorias y el muchacho permanecía en su autobús hasta que los jueces decidieran qué hacer con los que entraron tarde por la caída. Parecía estar claro, porque fue en los últimos tres kilómetros, cuando se protege el tiempo de incidencias. Pero los jueces miraron y miraron antes de señalar que sí, que Atapuma seguía siendo líder y no Valverde, que había llegado en el grupo.

“Estaba tranquilo”, señaló Atapuma, “porque la caída fue en los kilómetros finales y tenían que dar el mismo tiempo a los afectados”. Pero, seguramente, por dentro volaban las mariposas porque uno es líder cuando te dan el maillot rojo para que te lo pongas. El colombiano quiere hacerlo durar lo que se pueda. Puede conseguirlo mañana en Luintra (Ourense), donde huele a fuga consentida y, después en Puebla de Sanabria. Luego llegan palabras mayores: La Camperona, el Naranco y Lagos de Covadonga. Pero Atapuma tiene asumido su rol: “Yo he venido a ayudar al líder del equipo, que es Samuel Sánchez, y ser el maillot rojo no cambia nada”.

Aventura sin futuro

Antes, el portugués Thiago Machado y el francés Julien Morice se habían escapado con el banderazo de salido como orden de fuga. Dos tipos tan distintos enrolados en una aventura sin futuro. Uno grande, el francés, otro pequeño, el portugués. Con el maillot de Morice, se podía hacer Thiago Machado un sayón. Pero el francés, 1,90 metros y una anchura espectacular, cedió. Lo intentó el portugués pero lo cazaron a 14 kilómetros para la meta.

Los esprínters tienen hambre y poca comida, pero el pan nunca fue gratuito. Philippe Gilbert, del BMC, y Simon Clarke, del Cannondale, intentaron sorprender al pelotón. No lo consiguieron. Y allí se fueron hacia el esprint hasta que las caídas desordenaron la carrera, la alteraron, incluso la enmudecieron hasta que Gianni Meersman, el habitual lanzador de Tom Boonen, levanto los brazos y se secó el sudor. Los jueces tardaron en dilucidar qué hacer con los caídos. Les dieron el mismo tiempo que al pelotón, como era previsible y justo. Y todos para casa, o sea para el hotel, algunos para el hospital. Las caídas y el ciclismo siempre se han llevado bien. O sea, mal. Como cuñados.

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