¿Por qué no atacas, Nairo?
Los favoritos entran juntos en la primera gran llegada en alto, donde la calma del colombiano desconcierta a Froome
Cuando más de seis minutos después de Tom Dumoulin, el ganador del día, cruzó la meta, ahí estaba aún, pegado a su lado, la mirada imperturbable al frente sin gafas, la cara fresca recién bañada por un chaparrón intenso en la cima de Arcalís, la primera gran llegada en alto del Tour, la última etapa de los Pirineos. A Froome, tan delgado de amarillo, tan nervioso por la calma aparente de su rival, desconcertado, parecía que solo le faltaba preguntarle allí mismo a Nairo lo que decenas de aficionados le quieren preguntar todos los días, y lo habría hecho quizás si no hubiera tenido más prisa por buscar cobijo de la lluvia intensa y el pedrisco, ¿pero qué haces aquí, detrás de mí, todavía? ¿Por qué no me atacas? ¿Por qué te contentas con saltar a mi rueda y allí quedarte agazapado?
Qué diferente Nairo a Contador, que abandonó herido, enfermo y solo, y se ganó los elogios de Froome. “Sin él”, dijo el líder por segundo día, “el Tour no será lo mismo, pierde el espectáculo. A mí no me afectará en mi táctica su ausencia, pero, al menos, podré dormir tranquilo sin tener pesadillas pensando dónde haría Contador su ataque sorpresa el día siguiente”.
Quien le quita el sueño a Froome es Nairo, quien pedalea con la paciencia de la araña que teje su tela alrededor de la presa inquieta. Y no ataca. ¿Por qué?
En la sala de prensa se lo preguntó más tarde y retóricamente Froome, quien después del primer ciclo montañoso, aventaja al colombiano en 23s conseguidos con un descenso aerodinámicamente circense del Peyresourde, donde Perico ya enloqueció, ebrio de adrenalina, en su momento. “Eso me pregunto yo”, respondió Froome a los periodistas, “¿por qué no me ha atacado Nairo? Toda la etapa he ido con la mosca detrás de la oreja pensando ahora toca, ahora toca… Y al final pensé que Nairo haría lo de siempre, probarme en el último kilómetro. Pero no lo hizo. Quiero creer que fue porque estaba al límite, porque no podía más”.
Resumen de la novena etapa del Tour:
L'abandon de Contador, la tempête d'Arcalis et la 1ère victoire d'étape de Tom Dumoulin sur le Tour ! #TDF2016https://t.co/FYDAIFdrDD
— Tour de France™ (@LeTour) July 10, 2016
Froome pensaba que Nairo y su equipo estaban preparando un gran golpe, el gran terremoto del Tour, por lo menos, y aún faltan el Ventoux y dos contrarrelojes y cuatro días durísimos en los Alpes, porque nada más salir, en la larga Bonaigua, Herrada, Anacona y, sobre todo Valverde, se habían metido en la fuga multitudinaria, y también Contador, y habían hecho a su equipo perder el resuello en su persecución, y trabajar más de lo esperado. De esa fuga se descolgó primero Contador para abandonar y luego Valverde, quien parecía un niño divertido comiéndose un bocadillo cuando el pelotón mandado por el Sky le alcanzó con cara de enfadados.
En esa fuga estaba Pinot para ponerse de rey de la montaña provisional, el objetivo que tendrá que pelear con Rafal Majka del francés que no está aún preparado para ganar el Tour 31 años después de Hinault. Y también iba allí, tanta era su calidad, el ganador de la etapa, el holandés Dumoulin, quien después de casi ganar la Vuelta se atragantó con el Giro pasado y llevaba mal camino en este Tour. Ganó la etapa durísima, la del calor asfixiante en Cataluña y de la tormenta en Andorra, y ya se pudo dar por satisfecho y recuperado moralmente.<QF>
Froome sí que atacó, como siempre, pero diferente, porque no logró hacer hueco con un grupo de cuatro o cinco, no solo Nairo, que resistieron su carga acelerada a seis kilómetros de la cima, tras la ritual aceleración de su Henao. No lo consiguió a la primera, por primera vez en su carrera Tour, y no se alargó mucho en el intento Froome, que se sometió a los golpes de boxeadores de los bullidores ciclistas que aspiran a quedar bien en la general detrás de los dos duelistas: el irlandés Dan Martin, el australiano Richie Porte, el inglés joven y tan fresco Adam Yates… Y muy lejos no andaba el sudafricano Meintjes. Y los frenaban Froome y Nairo, y viendo a tanto anglosajón, y recordando cómo solo parecen poder ganar honores o etapas ciclistas ingleses, alguno preguntaba, ¿qué pinta un colombiano en los campeonatos de la Commonwealth?
Los latinos, imitando a Pinot, el primero que cedió, parecen empezar a difuminarse. En Arcalís fue el día malo de Aru y Barguil, que perdieron un minuto, y Bardet, con Purito y Valverde, un poco menos.
Después de un despiste que le costó 23s y una sesión de análisis, otro corredor que no fuera Nairo y que no estuviera dirigido por Arrieta, el director para quien la palabra paciencia es el lema, se habría lanzado furioso a una operación de rescate emocional al menos. Y ese era el objetivo no confesado del golpe de efecto en el Peyresourde, y también la tarea de cebo de Henao, el ciclista que mejor conoce a Nairo, sus fortalezas y sus debilidades.
Cuando le hacen a Arrieta la pregunta que todos repiten —¿por qué no ataca Nairo? ¿Por qué ha dejado pasar los Pirineos?—, el director del Movistar señala la figura de su corredor, elegante sobre la bici, sin descomponer la figura en el momento de máximo esfuerzo, como si para él el esfuerzo no existiera, y dice, con Nairo así y con los Alpes que quedan, ¿para qué vamos a atacar ya?
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