En el nombre de Johan Cruyff
Aunque el éxito actual se puede atribuir al tridente o los títulos recientes adjudicarse a Messi, ningún personaje ha sido más trascendente en el Barça que el holandés
No es casual que el estadio del Barça se llame Camp Nou —el futuro será el Nou Camp Nou y el antiguo fue Les Corts—, ni que la cancha del filial y del equipo femenino sea el Miniestadi. Tampoco extraña que las secciones profesionales jueguen en el Palau Blaugrana. La hinchada recuerda como míticos a los equipos de Les Cinc Copes y del Dream Team. Ningún turista pide en cambio por el museo Núñez sino que pregunta por el Museo del Barcelona. La personalización de las obras colectivas, y especialmente los puntos de encuentro y escenarios comunes, provoca agrias controversias, y más en una entidad pasional como el Barça.
Al igual que la de cualquier equipo de fútbol, la historia del Barcelona, de todas maneras, se escribe también a partir de sus figuras legendarias como Gamper o Kubala. Ningún personaje ha sido sin embargo más trascendente en el Barça que Cruyff.
El éxito actual se puede atribuir al tridente, que ha revalidado el título de Liga y aspira al doblete después de que la repetición del triplete se le escapara en la Champions por la derrota ante el Atlético. También se puede argumentar con razón que el triunfo continuado del barcelonismo obedece a la presencia de Messi, tan decisivo como lo fue en su día Di Stéfano para el Madrid: Ya son ocho las Ligas conquistadas por el Barça por tres del Madrid y una del Atlético desde el debut del 10.
Ha habido momentos incluso en que para explicar la clave del triunfo barcelonista se ha hablado más de Messi, y de las condiciones y los jugadores que necesita para ser feliz, que del estilo, como si jugar de una manera fuera una condena y no un signo de identidad que permite ser reconocido en la Copa, en la Liga y en la Champions. A sus 28 años, Messi ha sido a fin de cuentas el hilo conductor de un club que durante su reinado ha tenido tres presidentes —Laporta, Rosell y Bartomeu— y cinco entrenadores: Rijkaard, Guardiola, Tito Vilanova, Tata Martino y Luis Enrique.
Juega el Barça con ventaja por tener a Messi. Ocurre que su presencia no es garantía de victoria como se ha visto en Argentina. El 10 se ha convertido en el mejor solista del mundo a partir del solfeo de La Masia creado a partir de la musicalidad de Cruyff, y si se quiere de técnicos cercanos a su manera de entender el juego como Laureano Ruiz. La vida del Barça es muy diferente con o sin Cruyff en el banquillo del Camp Nou. Alcanza con mirar a la estadística: desde 1990-1991, en 25 años, el equipo azulgrana ha ganado 14 Ligas, por 10 en las 60 temporadas anteriores desde la inauguración del torneo en 1928-1929. El Madrid ha logrado en el mismo periodo la mitad de los títulos del Barça, 7 frente a 14, y una Champions menos: 4 y 5 (42 por 26 si se totalizan los seis grandes trofeos).
No parece casual que el Barça conquistara el título en la última jornada, como en tiempos del desacomplejado Cruyff; en campo del Granada, el equipo contra el que debutó el as volador; y el día 14, el número de Johan; ni que fuera el 14º título desde que el Dream Team alcanzara el primero (1990-91), ahora que se cumple el 25 aniversario. Visto con perspectiva y nostalgia, tampoco debió ser cosa del azar que Messi tuviera a bien tirar un penalti contra el Celta que había sido ideado por el delantero del Ajax.
La hegemonía del Barça, su éxito continuado, la sexta Liga sobre las últimas ocho, se explica a partir de Cruyff. Lo impregna todo.
Por los siglos de los siglos.
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