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Djokovic baila entre el ruido

Wawrinka se queja de la gente, mientras el serbio y Federer disfrutan del ambiente "salvaje"

Wawrinka, tras ganar a  Bellucci.
Wawrinka, tras ganar a Bellucci.Jason DeCrow (AP)

“Cállate, hombre, lo digo en serio”, soltó Stan Wawrinka a un espectador en el cuarto set de su partido nocturno del miércoles contra el brasileño Thomaz Bellucci. Tras su victoria (6-3, 6-4, 3-6 y 7-6), el suizo explicó lo sucedido: “No pasa nada. Un fan sudamericano… Al final del día comienzan a estar un poco borrachos. Tuve que hablar con alguno de ellos. Es normal… Era el cuarto set, todo el mundo estaba metido en el partido…”. El detalle de mal gusto sobre el estado de ebriedad del espectador dice mucho de la manera en que los jugadores, cada uno a su manera, gestiona una de las señas de identidad del Abierto de Estados Unidos: el ruido.

Flushing Meadows es un torneo caliente, y no sólo por la temperatura. Hay música, pantallas enormes, puestos de comida, gente por doquier, niños llorando por el calor, largas colas para acceder a las canchas, aviones que pasan y una pista central con cabida para 20.000 personas. El público neoyorquino no es el de Wimbledon. Está acostumbrado a que en las pausas de otros deportes salten chicas a la cancha, aparezcan tipos disfrazados y suene la música a todo volumen en los altavoces y pantallas. Quieren emociones fuertes. Y el Open USA intenta dárselas en la medida de lo posible. El torneo suena, y no todos lo llevan bien. Wawrinka es uno de ellos. En las salas de prensa es un tema recurrente.

Novak Djokovic, el número uno, lo comentó hace un par de días con los periodistas: “Siento una cierta envidia cuando veo otros deportes: las pantallas grandes, lo que sucede en los tiempos de espera… Incluso durante el juego se puede gritar, silbar, lo que quieras”. El serbio añadió: “No podemos ir tan lejos mientras la pelota está rodando, pero entre juego y juego, ¿por qué no? Sería bueno para el espectáculo, bueno para todos”. Para predicar con el ejemplo, el serbio celebró su inapelable victoria en segunda ronda contra el francés Paul-Henry Mathieu (6-1, 6-3 y 6-0) con todo un espectáculo, bailando en medio de la cancha, con los brazos en alto y animando a la gente a aplaudir y sumarse a la fiesta. Nole es un espectáculo, está encantado con su pronta paternidad y el público de Queens agradece la fiesta, cualquier fiesta.

El público neoyorquino no es el de Wimbledon

“El Abierto de Estados Unidos intenta que la gente se entretenga, dentro y fuera de las pistas. En Wimbledon no se vería algo así, pero la belleza de este deporte también consiste en eso, en que haya diferentes torneos cada uno con su estilo y su tradición. Si uno piensa en Wimbledon, ve ropa blanca, las fresas, la pista central… Esto es más entretenimiento, más espectáculo”, añadió el campeón serbio. El argentino Leonardo Mayer fue más expresivo a la hora de describir lo que había sentido al derrotar al australiano Matthew Ebden en la pista número 13: “Hay mucho quilombo”. Mayer es un tipo retraído, pero el Open USA puede operar milagros.

El checo Thomas Berdych, sin embargo, tiene una opinión muy distinta. Prefiere el silencio, oír botar las pelotas, la concentración de una pista londinense. “No digo que Nueva York sea peor, ni muchísimo menos. Este torneo es así. Jugar en una pista con capacidad para 20.000 personas no es una experiencia que puedas disfrutar todos los días, pero yo prefiero un ambiente más tranquilo”, declaró a The New York Times.

El estadio Arthur Ashe de Flushing Meadows (Queens, NY), durante la inauguración del US Open, el 25 de agosto.
El estadio Arthur Ashe de Flushing Meadows (Queens, NY), durante la inauguración del US Open, el 25 de agosto.JOHN G. MABANGLO (EFE)

De alguna manera, Djokovic, Berdych y otros como ellos son expresión de un debate no muy visible, pero recurrente: ¿habría que relajar un poco las rígidas normas que atañen al público en el tenis para hacer más atractivo su seguimiento en directo? Flushing Meadows lo pone en práctica desde hace años, por pura tradición, pero hay opiniones para todo los gustos. El japonés Kei Nishikori, verdugo del español Pablo Andújar en la jornada del jueves por retirada de este, es un chaval simpático. Pese a proceder de una cultura ceremoniosa y detallista como la nipona, está a sus anchas en Nueva York: “A mí no me molesta el ruido, no creo que sea para tanto. Al contrario, es muy divertido jugar aquí. La gente te apoya, lo pasa bien y lo pasas bien”.

La estadounidense Vania King tampoco lo lleva mal. Ayer fue aplastada en la pista central por su compatriota Serena Williams (6-1 y 6-0). Era la primera vez que se enfrentaba a la número uno mundial, y reconoció que el Arthur Ashe Stadium impresiona, pero le pareció una experiencia fantástica. “No entiendo que alguien se pueda quejar. Esto es un espectáculo para la gente. La gente tiene derecho a divertirse”. Y para demostrar que el torneo y los silencios no se llevan bien, King se puso a cantar en la rueda de prensa el Fever de Peggy Lee para deleite de los cuatro periodistas presentes, entre ellos EL PAÍS. Si se tiene en cuenta que los técnicos del torneo han diseñado una aplicación que convierte en música los datos estadísticos de los partidos, difícil será impedir que una tenista cante cuando le venga en gana.

Roger Federer cree que cada torneo tiene su estilo, y que hay que adaptarse a ello: “En Wimbledon hay poca diferencia entre los aplausos del primer set y del último. Aquí no. El público aquí quiere emociones. Y la noche tiene algo electrizante, es como más salvaje”. El británico Andy Murray, primer ganador local de Wimbledon en 77 años, es de los que están listos para aguantar más ruido y ambiente en la pista: “Lo desagradable es que todo el mundo esté sentado o callado, y alguien hable o se mueva por detrás. Pero si la gente se pudiera mover o hacer algo más de ruido, creo que nos acostumbraríamos”. Murray, que el jueves pasó de ronda tras derrotar al germano Matthias Bachinger, recordó que en torneos con un cuadro tan grande como el de Nueva York, con tanta afluencia de público, lo normal es sentir un rugido permanente, o los gritos de la pista cercana, o la música de un puesto de comida cercano.

O los gritos de Maria Sharapova en la cancha central. La rusa, en virtud de los decibelios que emplea en cada golpe, no puede quejarse de nada. Es más, asegura que se siente muy a gusto en las canchas de Flushing Meadows. “En este tipo de torneos viene mucha gente por primera vez en su vida a ver partidos de tenis. Son los que más hablan, pero está bien”. El letón Ernests Gulbis, número doce en la clasificación de la ATP, es de otro parecer: “Una pista de tenis es una pista de tenis. No se deben llevar patatas fritas ni bebidas. Hay que respetar a los jugadores. Y si quieres patatas o una cerveza, pues te vas al bar luego”. Pobre Gulbis, no sabe dónde se ha metido.

"A mí no me molesta el ruido, no creo que sea para tanto", asegura el tenista japonés Kei Nishikori

Al margen de las circunstancias ambientales, la jornada del jueves mostró a una pletórica Serena Williams. La estadounidense confirmó su condición de gran favorita con una aplastante victoria ante su compatriota Vania King (6-1 y 6-0). Le bastó con 56 minutos. Debía de tener un compromiso en Manhattan y resolvió por la vía rápida. Como de algo tenía que quejarse, esta vez fue del viento, no del calor, que sopló con fuerza en algunos momentos del día. Pero el ciclón Williams sólo tiene una rival, ella misma, y en esta edición del abierto estadounidense parece dispuesta a mejorar su mal año en torneos del Grand Slam, en los que no ha logrado superar la cuarta ronda del Open de Australia.

En el cuadro español, las cosas se movieron con solvencia. El triunfo del día anterior de Feliciano López ante el croata Ivan Dodig, que se retiró con calambres musculares, no tuvo continuidad inicial en algunos miembros de la armada. Guillermo García López y Pablo Andújar perdieron sus partidos, el segundo por retirada, ante el estadounidense Sam Querrey y el japonés Kei Nishikori, respectivamente. A medida que la jornada avanzó, las cosas mejoraron. Pablo Carreño se impuso al francés Benoit Paire. Carla Suárez se las vio con la estadounidense Coco Vandeweghe y con el público local, pero pudo con ambos. La española ganó por 6-3 y 6-3. Tommy Robredo tampoco falló ante el italiano Simone Bolelli. Fernando Verdasco cerró la noche cediendo ante el ruso Andrey Kuznetsov por 3-6, 6-4, 6-4, 5-7 y 3-6.

La parroquia local, la del parque Corona donde su ubica el centro de tenis Billie Jean King, volvió a darse otro atracón. El dominicano Víctor Estrella Rubio, de 34 años, acabó con el chico más joven del cuadro, el croata Bosna Coric, de 17, por 7-6, 4-6, 6-4 y 6-2. La grada cumplió con los gritos de “Víctor, Víctor”, que a base de derechazos a las esquinas y mucha mala uva sacó el partido adelante. Estrella Rubio está haciendo historia para la República Dominicana en Nueva York. Ha llegado tarde a un torneo del Grand Slam, pero parece dispuesto a divertirse.

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