Zombis ‘forward’

La última temporada de The Walking Dead es tan aburrida que hay quien prefiere grabarla para verla con el mando a distancia, y no precisamente para revisar las escenas más sabrosas, sino para pulsar el forward en los momentos más cansinos. La serie ha triunfado gracias a una convincente caracterización de los zombis y a que nos coloca de una forma muy primaria ante preguntas apocalípticas: ¿Qué harías si tu hijo/madre/padre/hermano te quisiera devorar? ¿Estás preparado para sobrevivir en un entorno feroz?

La esencia de la serie es épica, desgarradora y tan básica como la historia de Sodoma y Gomorra o un cuento infantil. Por eso funciona. Pero los guionistas llevan varias temporadas atascados en diálogos tan soporíferos sobre el devenir del liderazgo, la desconfianza mutua y la fe en los amigos que aburren a los muertos. Ojalá se colara alguno de Star Wars que esté algo sobrado de fuerza.

Por eso el forward es buen recurso durante los diálogos, que pueden saltarse como si fueran anuncios hasta que recomienzan los mordiscos, la lucha... Pero, advertencia, la tecla también tiene sus contraindicaciones: una vez dominado el arte del forward, el espectador puede hacerse fuerte y mantener la misma pulsión durante las noticias del telediario ante zombis más reales. ¿O no es tentador imaginar un forward todopoderoso mientras Artur Mas prolonga su agonía, el PSOE se enzarza en el canibalismo o Rajoy observa desde la barrera el espectáculo destructivo del rival?

Hubo una serie, Flashforward, que nació de una buena idea: la población mundial pierde el conocimiento unos minutos y en ellos ve la que será su vida seis meses después. Un arranque tan brillante como inane el resultado. Y es que el forward no puede ser una forma de vida, sino solo un aviso para que los guionistas de The Walking Dead, y también los de la política española, espabilen.