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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Pederastas

Es inútil apelar a la prudencia y la presunción de inocencia, porque la ansiedad generada es tal que no queremos someternos a ese rigor

David Trueba
Josef Wesolowsky
Josef Wesolowsky

Los medios no han escatimado espacio a la persecución del pederasta que atacaba en San Blas y Ciudad Lineal. Consumada la detención del presunto criminal, el relato pormenorizado de sus abyecciones nos devuelve el dolor por comprobar que no hay límite para la bajeza humana. Pero es necesario confirmar un dato que se repite en todos los casos de persecución extrema. Los medios de comunicación convierten el hecho de que la policía no atrape al delincuente de manera inmediata en una demostración de su inteligencia superior, su audacia y su talento para el mal. Con eso contribuyen a una ola ya imparable de apreciación del crimen, que invade el relato literario y cinematográfico, identificando delito con frialdad superdotada. La realidad es lo contrario. También en este caso nos encontramos con alguien que actúa de manera atropellada, indecente, sin un gramo de inteligencia en su brutal daño a menores indefensas.

Pero es conveniente denunciar otra adulteración de la realidad causada por la emoción de los medios ante un bocado tan apetitoso. Es inútil apelar a la prudencia y la presunción de inocencia, porque la ansiedad generada es tal que no queremos someternos a ese rigor. Aceptemos que es hipócrita culpar a los medios de darnos lo que demandamos. Sin embargo, en el proceso gráfico de sus delitos ofrecido a los clientes con una crudeza enorme, se ha establecido un agravio comparativo con el caso, por ejemplo, del arzobispo polaco Wesolowsky, acusado de abusos a menores cuando era nuncio en la República Dominicana. Poseía en su residencia 150.000 archivos con pornografía infantil que estaban en proceso de borrado y en varios casos se conoce que él mismo filmaba las vejaciones tras pagar pequeñas cantidades a chicos necesitados.

No hemos visto reportajes y seguimientos personalizados del arzobispo; tampoco nadie ha entrevistado a sus compañeros de gimnasio, no se ha difundido su hoja de servicios detallada. Y nadie quiere imaginar lo que habría ocurrido si algunos compañeros de trabajo hubieran guardado consideración al violador de menores de Ciudad Lineal, ocultado sus crímenes o sencillamente defendieran su impunidad por razones trascendentales. El delito no merece asociarse jamás con ninguna virtud. Es siempre una zafiedad grotesca.

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