Un mundo sin caníbales


Hannibal es, probablemente, la serie más ambiciosa estrenada este año (podríamos indagar en la rama inglesa, siempre extraordinaria, pero aun así sería difícil desbancar a la serie de Bryan Fuller) y sin embargo, es bastante probable que muera después de su primera temporada. No hay anuncio oficial todavía, pero no pinta bien.
La respuesta parece bastante obvia: no.
Decía Tim Goodman, crítico del Hollywood reporter que el panorama actual podría denominarse “la era dorada de las decepciones televisivas”. La cosa no es solo la cantidad de series mediocres que debe tragarse el respetable sino la rapidez con la que se fulminan productos interesantes, borrando la paciencia de la ecuación que mide el éxito o el fracaso. Además, pervive la prominencia de los shows de procedimiento (llámense Bones o CSI) y de –impepinable- carácter autoconclusivo que relegan a las series que tratan de trazar arcos dramáticos (más o menos extensos) a esconder su naturaleza. Parece que si un episodio no tiene tres giros y un cliffhanger ya no merece el visionado.
Sin parecer esnob, está bastante claro que productos como Hannibal (igual que Top of the lake, o Mad Men, o Breaking bad o la propia House of cards) acabarán siendo carne de cable o de iniciativa privada (llámese Amazon, Netflix, Sundance Channel, HBO o AMC) y que el generalismo se alimentará de sitcoms, policías e investigadores de todo tipo. No es una buena noticia para la televisión, que –por mucho que se empeñen algunos- está dando pasos de cangrejo en su idea de crear series que parecen articuladas en alguna fórmula matemática: esta para el niño, esta para el padre, esta para la madre, esta para la abuela.
Curiosamente la aldea global ha llevado a la hiper-fragmentación de las parrillas y la división por perfiles (algo que no es nuevo –obviamente- pero que está llegando a extremos disparatados) al nacimiento de todo tipo de series de medio pelo que son liquidadas sin contemplaciones.
El caso de Hannibal es, simplemente, la culminación de la gran paradoja catódica en el s.XXI: cuanto más grande es la (presunta) audiencia, mayores son las posibilidades de que el número de espectadores dispuestos a ver tu serie sea claramente insuficiente.
En una época en la que todo el mundo parece loco por las series, nadie parece capaz de discernir si estas van a mejor, o a peor.
Yo apostaría claramente por la segunda opción: Hannibal es un gran ejemplo de ello. Si una serie con un reparto excepcional, diálogos con pedigrí, un malo de Champions league y un look extraordinario no puede ni siquiera aspirar a hacerse un hueco en la parrilla, ¿qué podemos esperar de las que llegan por detrás de ella?: ¿menos complejidad?, ¿más blanco y negro? (y menos gris), ¿una serie sobre un caníbal simpático que solo come gente mala?
No descarten esto último. En serio.
Hannibal se emite en AXN, dial 22 de Canal +.
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