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OPINIÓN
Columna
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Kennedys

Sexo, poder, glamour y violencia. Un cóctel infalible para cualquier teleserie de ficción, desde los tiempos de Dallas al actual Espartaco. En el caso de Los Kennedy,que emite Telecinco los miércoles, ni siquiera hay que inventar. La realidad superó la más calenturienta imaginación.

A la serie se le ve el dinero. Reparto de lujo, vestuario de lujo, ambientación de lujo, pero a diferencia de J. R, con John Kennedy no hay sorpresas. Antes de empezar lo sabemos todo: la mafia, la CIA, las francachelas sexuales del presidente, el buenazo de su hermano Bob, el intrigante padre y el malísimo jefe del FBI, Edgar Hoover. La serie se llevó cuatro premios Emmy: mejor protagonista y los menores (mejor peluquería, mejor maquillaje y mejor edición de sonido); sin embargo carece de lo principal para enganchar a la audiencia (un 8%): la capacidad de sorprender. Se han hecho tantas películas y escrito tanto de la familia más famosa de la tierra, que lo sabemos todo. Y en estas circunstancias parece que el dinero se lo han ahorrado con el guión, trillado y cuajado de los topicazos que el espectador espera ver. Desfilan los personajes sin que se pronuncie su nombre (como si debiéramos adivinar que el de peluquín rubio es Frank Sinatra). Quizás es uno de los encantos de los biopic, el parecido entre los actores y los personajes reales que interpretan. Si Katie Holmes da el pego como Jackie Kennedy o Eva Marciel como Isabel Pantoja, pues la moda de los biopic también se produce en España, y con éxito.

Los Kennedy, además, debe lidiar con triunfos estrepitosos recientes como la serie El ala oeste de la Casa Blanca, de tal agudeza y ritmo, que, pese a ser de ficción, hace muy creíble la resolución de los conflictos de un presidente americano.

Los efectos colaterales de la familia Kennedy los programó hace unos días La 2 en uno de esos documentales por los que vale la pena encender el televisor. Era sobre el lado oscuro de la vida de Marilyn Monroe, de sus obsesiones por demostrar que era algo más que un juguete de, entre otros, los Kennedy. Hay documentales en blanco y negro que resisten el paso del tiempo sin necesidad de tanto maquillaje y peluquería.

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