_
_
_
_
_

Los cuerpos de Peeping Tom se retuercen en el Mercat

La figura amorosa, castradora y oprimida de la madre protagoniza el último espectáculo de danza del hipnótico grupo franco-belga

Un momento del montaje 'Moeder' ('Madre'), de Peeping Tom.
Un momento del montaje 'Moeder' ('Madre'), de Peeping Tom.

De nuevo el colectivo de danza-teatro Peeping Tom, del francés Franck Chartier (Roanne, Francia 1967) y de la argentina Gabriela Carrizo (Cordoba, Argentina, 1970), regresa a Barcelona para seducir y agredir emocionalmente al público. Y, como es habitual con sus torturados e hipnóticos espectáculos, ha agotado las localidades días antes de las funciones. En esta ocasión, el grupo franco-belga ofrecerá cuatro funciones en el Mercat de les Flors (desde hoy hasta el próximo domingo) de Moeder (Madre), segunda parte de su trilogía sobre la familia. Primero fue Vader (Padre), que se convirtió en el mejor espectáculo del Grec 2012, y en 2019 espera estrenar Niños. “Es verdad que mundos pequeños encierran infiernos grandes y para nosotros la familia es un pequeño cosmos en que encontramos nuestra fuente de inspiración para plasmar las virtudes y las miserias que moldean el alma del hombre contemporáneo”, afirma Carrizo, directora de la obra.

Hasta ahora, los espectáculos que Peeping Tom ha presentado en Barcelona estaban firmados por ambos directores: Le Salon, el inolvidable 32 rue Vandenbraden y Louer, ya que Vader fue una creación exclusiva de Franck Chartier; ahora, en Moeder es Carrizo quien afronta su autoría en solitario. “Pensamos que cada uno de nosotros debía realizar solo una creación sobre la figura del padre y de la madre; Vader es una pieza más desgarradora, su enfoque es cruel: un hijo arrastra a su padre a la residencia de ancianos contra su voluntad, una obra emocionalmente complicada en la que latía el amor filial y los egoísmos individuales que rigen la sociedad actual”, rememora Carrizo. “Por mi parte, al concebir una pieza sobre la madre, pensé contemplar con cierta frialdad esa figura tan importante y poliédrica, para que la emoción no me ofuscara”, confiesa.

“Primero quise expresar el sentimiento de ausencia: perdí a mi madre hace siete años; sin embargo, no me he centrado en mi propia progenitora, sino en las miles de madres, su papel protector, amoroso y castrador; pero también intento expresar la opresión y miedo que siente una mujer ante la responsabilidad de tener un hijo”, enumera la bailarina.

“Creo que el sentimiento de ausencia y el miedo son los verdaderos protagonistas de Moeder: he contemplado la figura de la madre desde la distancia, por ello el escenario se convierte en una sala de maternidad y un tanatorio, donde un cristal te separa del ser querido; de alguna manera un cristal marca la distancia al nacer y al morir”.

La coreógrafa también ha prestado especial atención a la parte auditiva del espectáculo: “La banda sonora de Moeder abarca desde el rumor del agua, fuente de vida, a voces como la de la madre, que es la primera que oímos; también manipulamos temas clásicos”. A los bailarines, resalta, “les he respetado su personalidad escénica, pero también les he provocado para alcanzar nuevos paisajes: les proponía una idea y ellos la interpretaban... Cada montaje es, para nosotros, una nueva aventura hacía nuevas líneas de expresión. Crear expectativas hace que Peeping Tom asuma nuevos retos y avance en su lenguaje gestual”, afirma Carrizo, reticente a descubrir los secretos de este nuevo montaje.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_