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La guardiana del independentismo

Carme Forcadell, presidenta de la Asamblea Nacional Catalana, se erige como vigía del proceso de autodeterminación tras el éxito de la cadena humana

En la masiva manifestación de la Diada de 2012 estaba en el centro de la pancarta. En la cadena humana independentista era el eslabón que unía el extremo norte y el extremo sur de Cataluña. Carme Forcadell (Xerta, Tarragona, 1956), es la presidenta de la Asamblea Nacional Catalana, organizadora de las masivas movilizaciones del 11 de septiembre. De voz tranquila pero mensaje firme, Forcadell marca la ruta de la ANC tras la Via Catalana, y con ello, la del Gobierno de Artur Mas. “Ya no se trata de hacer grandes actos ni espectáculos. Ahora tenemos que hacer un trabajo focalizado y tranquilo, de hormiga. Tenemos que consolidar la mayoría social para la independencia y trabajar para ampliarla”, cuenta.

Pese a acumular dos años de intenso trabajo, combinado con su profesión de asesora en temas lingüísticos para el Departamento de Educación, la presidenta de la ANC quiere continuar. “Me siento con fuerza porque hay mucha gente que tiene el mismo objetivo. Sin ellos no lo podría hacer", agradece Forcadell. La ANC es para ella la continuación de una vida dedicada a las asociaciones independentistas y a la defensa del catalán, también desde la política, en Esquerra Republicana.

Las palabras de Forcadell son seguidas de cerca por Mas y Oriol Junqueras, presidente de ERC. En ocasiones hay dudas de si la ANC empuja al Gobierno o si funciona a la inversa. Los sectores críticos con el nacionalismo la acusan de ser, casi, una consejera en la sombra del Gobierno de CiU. Pero la presidenta de la ANC avisa: “No me siento portavoz de la sociedad civil, sino solo una representante de los socios de la ANC". La entidad seguirá peleando con una única fecha de caducidad: desaparecerá el día que Cataluña sea independiente, asegura.

La ANC presume de transversalidad: tener un cargo en un partido inhabilita para estar en el secretariado de la entidad. La organización no se moja en asuntos económicos, ni sociales: tiene una única meta, la independencia. Su enorme influencia sobre los partidos nacionalistas se la ha ganado con las dos manifestaciones que ha organizado.

La Asamblea, que cuenta con 15.000 socios, puede atribuirse el mérito de haber sido la detonante del proceso soberanista, con la manifestación de la Diada de 2012. A partir de ahora, su papel será de vigilante, para que Mas convoque la consulta en 2014. Convencida de que hay una mayoría favorable a la consulta, cree que ahora falta un último empujón: convencer a los indecisos: “Queremos explicar nuestro proyecto a muchas personas que ven como la independencia es lo mejor para ellos pero tienen dudas, no lo ven claro. Es una labor de pedagogía”, concluye.

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