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FERIA DE ALICANTE

Cogida grave de Miguel Ángel Perera

El diestro extremeño cortó dos orejas y una cada uno, Ponce y Castella

Miguel Ángel Perera es cogido por el primero de su lote este viernes en el quinto festejo de la feria de Alicante.
Miguel Ángel Perera es cogido por el primero de su lote este viernes en el quinto festejo de la feria de Alicante.MORELL (EFE)

El tercero de la tarde cogió a Perera nada más comenzar la faena de muleta. De lleno lo prendió por la parte interna del muslo derecho. Un hilo grueso de sangre empezó a brotar; la cornada se confirmaba. Maltrecho, Perera se negó a ser trasladado a la enfermería y continuó ante el toro. Mermado, el torero tuvo los suficientes arrestos para seguir. El toro, de incierta embestida, no permitía lucimiento pero sí la épica de una faena más emotiva que lucida. Amor propio en Perera, que no se rindió y plantó cara en una faena incluso larga para las condiciones físicas del diestro.

Hubo muletazos por ambos lados, cojeando, pero saliendo más que digno de cada serie. No atendió las indicaciones de la cuadrilla para cambiar la espada y solo cuando el toro estaba exprimido, aceptó coger la de verdad. Una entera algo pasada y la recompensa de un doble trofeo que la sensibilidad de la gente había pedido con mucha fuerza. Perera mostró los trofeos pero no dio la vuelta al ruedo, por su pie y en medio de una gran ovación se encaminó a la enfermería. El sábado le diagnosticaron en el hospital una fractura en la séptima vertebra cervical.

PUERTO DE SAN LORENZO / PONCE, CASTELLA, PERERA

Toros del Puerto de San Lorenzo. Bien presentados. Justos de fuerzas. Pasaron sin pena ni gloria por el primer tercio. La falta de casta y de fuerzas fue la tónica general. El quinto, la excepción, tuvo excelente son.

Enrique Ponce: pinchazo hondo –aviso- (saludos); casi media (oreja); dos pinchazos y estocada (ovación).

Sebastián Castella: pinchazo y entera caída (silencio); estocada pasada y algo desprendida (oreja),

Miguel Ángel Perera: entera pasada (dos orejas);

Plaza de Alicante, 22 de junio, Cuarta de Feria. Casi tres cuartos.

Miguel Ángel Perera fue asistido en la enfermería de una cornada en la parte posterior interna del muslo derecho, de trayectoria ascendente de 23 centímetros de extensión. Pronóstico grave.

El toro que cogió a Perera y los dos anteriores tuvieron una cosa en común: falta de casta. Con el primero, Enrique Ponce se topó con un enemigo inesperado: el viento. Y un toro que se lo pensó mucho en banderillas, con oleada incluida. Ponce tuvo que buscar el abrigo de los tableros para que la muleta no fuera una bandera movida al capricho del viento. Ponce sometió cuanto pudo al del Puerto, y a la mínima tregua del vientecillo, imponía su ley. El toro acabó sometido a la voluntad del torero.

El segundo de la tarde se descompuso casi de salida y lo acusó más en banderillas, donde la cuadrilla de Castella cumplió un desafortunado tercio. Muy poca fuerza en el toro, que embestía como descoordinado. Tampoco Castella le cogió el sitio ni la distancia y aquello quedó como muy deslavazado.

El cuarto, guapo y ofensivo de cara, tuvo las fuerzas justas. Pero las suficientes como para prender a Ponce al quedar al descubierto en un pase de pecho. En este caso solo sufrió desperfectos en la taleguilla. El del Puerto tuvo viaje, sin clase, pero fue y vino bajo la voluntad del torero. Ponce entendió la situación y solo cuando el toro perdía el equilibrio la faena quedaba interrumpida. Bastó casi media estocada para pasar a otro capítulo.

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El quinto tuvo cuajo y, además, otro aire. Castella le ganó terreno y lo abrió al tercio con doblones muy toreros. A partir de ahí ni toro ni torero parecieron entenderse del todo. Castella tampoco acabó de cogerle al aire al toro y el hilo de la faena se frustró varias veces por los enganchones. Faltó, entre otras cosas, temple, o limpieza. Sí hubo valor, sobre todo cuando decidió acorralar al toro. Aguantó algún que otro parón y fue cuando más a gustó se encontró. La sensación final, que el toro mereció más. Castella, con la espada, fue rotundo. Le tocó el correspondiente premio.

Castella, con la espada, fue rotundo. Le tocó el correspondiente premio

Con Miguel Ángel Perera en la enfermería, Enrique Ponce tuvo que hacerse cargo del sexto. Fue el único toro que se mostró algo guerrero con el caballo, aunque también se despachó con un puyazo. A la muleta llegó con las fuerzas muy justas y casi ahogado aguantó como pudo. Ante ello, Ponce recetó medicina curativa. Muleta a media altura, sin tirones, tratando sobre todo de que el toro no acabara desplomado. Mimo en la muleta de Ponce, que mantuvo un nivel por encima de las condiciones del toro. Con la oreja ya ganada y el público en el bolsillo, pinchó dos veces antes de la estocada definitiva.

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