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La familia del hombre abatido en Olot por un ‘mosso’ critica la actuación policial

“Mamá, el policía hizo ‘pum’ y papá cayó”, explicó el hijo del fallecido, que vio la muerte este “Si me hubieran dejado hablar con él, no estaría muerto”, asegura su sobrina

De izquierda a derecha, Rosi Tirado, hermana de Antonio Tirado; Mónica, sobrina del fallecido; Juana, otra hermana, y Carmen Valderrama, madre de los tres hermanos.
De izquierda a derecha, Rosi Tirado, hermana de Antonio Tirado; Mónica, sobrina del fallecido; Juana, otra hermana, y Carmen Valderrama, madre de los tres hermanos.PERE DURAN

 “Metí la cabeza entre los policías y le vi tirado en el suelo, con los ojos cerrados. Pregunté dónde le habían disparado. No me contestaron”. Habla Adela Jiménez, de 36 años, esposa del hombre abatido por un tiro de un agente de los Mossos d’Esquadra el sábado en Olot. “Luego oí a un policía decir: ‘¡Me cago en la puta. Mierda de trabajo!”. Antonio Tirado murió con 46 años y su hijo Bryan, de cuatro, lo vio todo. Le contó a su madre: “Mamá, el policía hizo pum y papá cayó al suelo”.

Todo empezó en diciembre cuando, tras una discusión con su mujer, Tirado se fue de casa y se llevó al hijo de la pareja a Mataró, donde vive su madre, Carmen Valderrama. La mujer, vestida de riguroso luto, recordaba ayer que no se quedaron más de tres semanas. Adela denunció a su marido y, aunque volvieron a vivir juntos y se reconciliaron, el proceso judicial siguió su curso. “El viernes le llegó una citación del juzgado y se puso muy nervioso. Se le metió en la cabeza que le iban a quitar al niño”, explica Mónica, sobrina de Antonio.

Tirado tuvo una vida dura. Se metió en las drogas casi en la adolescencia, después de que su padre muriese en un accidente de moto tras dejarle en una parada de autobús. Sufrió las penurias de un adicto. Carmen Valderrama lamenta las desgracias que han perseguido a la familia. “Perdí a dos hijas cuando tenían 20 años”, relata. Antonio y Adela llevaban 10 años juntos, explican Juani y Rosi, hermanas del fallecido. “Hacía mucho que había dejado las drogas. Estaba bien”, dice Rosi.

El sábado, un día después de recibir la citación, Antonio y Adela discutieron porque cogió una caja de tranquilizantes y se tragó varias pastillas. Adela se puso nerviosa y se metió en una habitación para pedir a una amiga que llamase a una ambulancia. “Quería que le hicieran un lavado de estómago”, dice Adela. “Cuando volví al comedor me preguntó a quién había llamado. Se lo expliqué y fue cuando cogió un cuchillo grande”, continúa la mujer, arropada por toda la familia de Antonio en un bar regentado por la sobrina del fallecido.

"El niño no tiene ningún rasguño ni magulladura. Nunca me maltrató”, asegura la esposa

Adela intentó que Antonio entrara en razón. Mientras sus padres hablaban, el niño les miraba desde un rincón del salón. “Le dije que dejara el cuchillo. Él me contestaba que a su hijo no se lo iba a llevar nadie”, continúa Adela. “Cuando subieron los de la ambulancia, el niño seguía en un rincón, detrás de Antonio, que mantenía el cuchillo en la mano”. Pocos después aparecieron varios agentes de los Mossos.

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Lo que sucedió, según la policía, es que Antonio se abalanzó sobre un mosso “con la clara intención de clavarle un machete”. El agente disparó “en legítima defensa” para salvar su vida y proteger a los presentes, después de intentar sin éxito dialogar con él. Adela no pudo ver la escena, ya que la tapaban los policías agolpados en el pasillo que da al salón de la casa. Sí puede confirmar que su hijo no gritó en ningún momento y que Antonio no los amenazó, ni a él ni a ella. “El niño no tiene ningún rasguño ni magulladura”, explica. “Nunca me maltrató”.

La familia está indignada: no entienden que la policía no pudiese hacer otra cosa ante un hombre que era seropositivo, “medía 1,65 metros, acababa de pasar una neumonía y estaba débil y delgado”. “¿Por qué le dispararon al pecho y no a la pierna o a un brazo?”, se pregunta Adela. “No hay derecho”, protesta. La sobrina de Antonio se queja con amargura porque la policía no le permitió entrar en el piso para hablar con su tío. “Estábamos muy unidos. Si me hubieran dejado hablar con él, ahora no estaría muerto”, afirma Mónica, que esperaba en la calle cuando vio salir a un mosso y ponerse un chaleco antibalas. Poco después oyó el disparo. Eran cerca de las 19.30 horas.

Los Mossos “lamentaron” la muerte e insistieron ayer en que Antonio se tiró sobre el policía en un cuerpo a cuerpo y que este no pudo hacer otra cosa que disparar para defenderse a sí mismo y a los presentes. La familia de Antonio hubiese entendido que lo llevasen a un psiquiátrico o incluso que lo hiriesen para solventar la situación. No pueden aceptar lo que ha pasado y buscan un abogado que les asesore. La madre de Antonio, que tiene 76 años, solo quiere poder ver a su hijo y “terminar”. El resto de la familia está dispuesta a llegar a los tribunales para que esto “no vuelva a pasar”.

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