"Mi padre era para mis amigos la cara del Holocausto"
Hannah Rosenthal cuenta que jamás necesitó leer El diario de Anna Frank o ver La lista de Schindler. Su padre, Franz, alemán, rabino, era "la cara del Holocausto" en su comunidad, en EE UU, en unos tiempos en los que no se hablaba del genocidio de los judíos. Él sobrevivió a Buchenwald; nadie más de su familia lo logró.
Un día ella preguntó a sus amigos dónde habían aprendido lo que sabían sobre la barbarie nazi. "De tu padre", le respondieron. "Si ellos habían aprendido en el salón de mi casa, ¿qué pasaba con los demás? Ahí me di cuenta de que nadie enseñaba sobre el Holocausto", explica la enviada de Obama para combatir el antisemitismo. Desde entonces ha sido activista projusticia y libertad, centrada sobre todo en la comunidad judía y las mujeres. Está convencida de que "una que vez atacas un odio, los atacas todos".
Activista projusticia y libertad, es la enviada de Obama contra el antisemitismo
Rosenthal escucha atenta la traducción del menú al inglés. "Demasiado donde elegir", opina. Pide salmorejo porque le gusta el gazpacho pero no hay.
Afirma que el intento de asesinar a la congresista Gabrielle Giffords, judía, fue obra de un loco y "nadie conoce aún sus motivos". ¿Y lo de Sarah Palin? "Al hablar de libelo de sangre hizo un comentario insensible y desinformado".
Ha dedicado la mitad del año largo que lleva en el puesto a viajar por medio mundo. Le llama la atención que, según una encuesta del centro PEW, "el 46% de los españoles tiene opiniones negativas sobre los judíos, cuando prácticamente no viven con judíos" porque son pocos. Le gusta que "España abrace la diversidad, que no tenga partidos creados en torno al odio". Pero advierte: "no es que no haya antisemitismo, pero siento que es diferente a otras partes de Europa donde es muy crudo", allí donde el negacionismo convive con el revisionismo.
Rosenthal elige una ensalada de pasta, posiblemente el plato del menú que menos desentonaría en una carta estadounidense.
Se mudó a Washington por trabajo, pero sigue enraizada en Wisconsin. "Mantengo allí mis médicos, mis amigos y mis hijas". Explica lo de los médicos con una sonrisa inmensa: "llevo tres años libre de cáncer".
Como quiso ser rabina, se fue a Jerusalén, al seminario. Era 1973, tenía 22 años. Allí vivió la guerra de Yom Kipur. Y fue recibida por la primera ministra, Golda Meir, que se apellidó Meyerson "y vivió en Wisconsin", dice.
Rosenthal critica que se mida a Israel por un rasero distinto del resto. "No digo que lo haga todo bien". A veces la gente se declara antiisraelí para ocultar que es antisemita, dice. "No creo que toda la crítica a la política de Israel sea antisemita. Si así fuera, la mitad de los israelíes serían antisemitas".
La enviada está especialmente orgullosa de su viaje a Dachau y a Auschwitz con ocho imanes, "incluidos dos negacionistas". Cinco días en los que "hubo tensiones, pero cualquiera que tenga conciencia no sale de Auschwitz como entra". Al regreso, "condenaron todas las formas de antisemitismo", cuenta entusiasmada. Para ganarse a sus interlocutores islámicos les habla de la Albania de la II Guerra Mundial. "Allí los musulmanes salvaron a todos los judíos. Tras la guerra había 10 veces más que antes". Un capítulo que pocos conocen.
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