La oportunidad
Zapatero y Rajoy se han reunido para poner fin a la crispación, dicen los titulares. Se diría que la crispación es una epidemia, una emergencia o una catástrofe nacional. Que yo sepa, aunque tal y como están las cosas, les confieso que cada día dudo más de haber sabido algo alguna vez, la crispación ha sido una estrategia política, medida y calculada, que el PP ha desarrollado entre sus dos últimas derrotas electorales, y subrayo, derrotas. Rajoy ha sido su principal impulsor y su frustrado beneficiario. Entonces, ¿a qué viene esta escenificación de culpas compartidas, este numerito de venga esa mano y pelillos a la mar, que parece arbitrado por una monja en el patio de un colegio?
Imagino que los votantes del PSOE estarán decepcionados, porque lo estoy yo y no lo soy. Pero ninguna situación es tan dramática como la de los millones de españoles que han coreado durante cuatro años que el presidente del Gobierno era un asesino, un cómplice de los asesinos, el rencoroso nieto de un rojo que estaba dispuesto a acabar con España sólo para vengarse. ¿Cómo se sentirán ahora? ¿Qué opinarán de la repentina lealtad que su líder ofrece en la lucha antiterrorista en este verano de grandes detenciones, cuando la negó mientras había muertos por enterrar? ¿Qué concepto de su honestidad tendrán en adelante?
La foto del encuentro es muy bonita, nos dicen, y me lo creo. Comprendo que nuestra vida cotidiana será más serena, y me alegro. Comprendo también que la socialdemocracia en el poder se parecerá cada vez más a la derecha en la oposición, y que a los políticos la irresponsabilidad les sigue saliendo gratis.
Me gustaría comprender, por último, que esta coyuntura le daría a una izquierda fuerte la oportunidad de influir decisivamente en la realidad española, pero me temo que los dirigentes de IU no están por la labor de aprovecharla.
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