Viva el saber
En los aviones de Iberia no existe la fila trece. Suponemos que en los del resto de las compañías aéreas, tampoco. Mucha gente cree que volamos gracias a los avances de la técnica, pero el secreto de que la aeronave flote no es otro que el de la supresión de esa fila. Personalmente me da igual que revisen los motores antes de despegar (alguna concesión hay que hacer a las supersticiones científicas), pero si ustedes quieren que el avión ascienda sin problemas, crucen los dedos, santígüense, o besen una estampa, como Camacho. Ahora bien, de nada servirá este ejercicio de racionalidad introducido por los adultos en la ingeniería aeronáutica si nuestros hijos continúan recitando los números en el colegio sin saltarse el antedicho. No nos vendría mal un poco de coherencia. Mientras un muchacho cualquiera suma seis más siete en la pizarra, su padre puede estar volando a Barcelona para cerrar un negocio. ¿Acaso quieren que le ocurra algo?
La reforma de la educación debería adecuar los estudios a la realidad. Hay gente que sale de la universidad a la vida sin saber que en los hoteles serios tampoco existe la habitación número trece. En otras palabras, no sobra que el aductor de Raúl sea tratado por los médicos (a Dios rogando y con el mazo dando), pero lo lógico habría sido que le pasaran una estampa por el músculo. ¿O no fue un milagro que España ganara frente a Irlanda? Y con esto no queremos decir que los jugadores no deban entrenar (algo han de hacer durante la semana), pero lo que funciona de verdad es la bendición del obispo y las rogativas a la Virgen. ¿Por qué creen, si no, que el Real Madrid ganó la Copa de Europa?
Cada vez que subo a un avión y compruebo que, pese a haber suprimido la fila trece, aún nos gastamos cantidades absurdas de dinero en litros innecesarios de combustible, me asombra la mezcla de superstición científica y racionalidad mágica de la que estamos hechos. Cuando la inflación se dispara, nada me tranquiliza más que ver a Aznar y señora entrar o salir de misa. Pero los sacan poco, como si confiáramos más en las recetas económicas que en la lotería. A ver si pensamos con la cabeza, por favor. Viva el saber.
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