Siempre
En Arabia Saudí han condenado a seis meses de cárcel y 200 latigazos a una chica de 18 años que fue violada por siete hombres. Se la castiga porque, en el momento del asalto, ella estaba hablando con un amigo, y estar junto a un varón "sin parentesco" allí es un delito. No hablamos de una región primitiva y remota, sino de Arabia Saudí, un país riquísimo y amigo de Occidente. Me pregunto qué haremos ahora con tan incómodo colega para impedir este atropello.
También me pregunto qué opinan del caso todos esos individuos que abogan por el relativismo cultural. Aquellos que dicen que no podemos juzgar las sociedades islámicas desde Occidente. Y que los nigerianos e iraníes que lapidan a las adúlteras, por ejemplo, tienen sus razones culturales para hacerlo, razones que no podemos entender y que debemos respetar. Aunque parezca mentira, hay personas cultivadas que sostienen tal cosa, y el argumento se utilizó en la crisis de las viñetas de Mahoma. Esta falacia finge ser respetuosa con el contrario, pero en realidad es paternalista y cobarde: desdeña la capacidad ética del otro y evita ayudar al oprimido. En todas las sociedades ha habido individuos que supieron denunciar los abusos del entorno. Romanos que clamaron contra la esclavitud y renacentistas que combatieron el genocidio indígena. En cuanto al Islam, hay una maravillosa tradición de intelectuales tolerantes: "Mi corazón lo contiene todo/ Una pradera donde pastan las gacelas/ un convento de monjes cristianos/ un templo para ídolos / la Kaaba del peregrino/ los rollos de la Torah/ y el libro del Corán", decía, en el siglo XII, el poeta sufí Ibn Arabí. Lo malo no es el Islam, sino los integristas. No es un problema de cultura ni de ética, sino de desarrollo social y político. Y las atrocidades han sido y son atroces siempre y en todas partes.
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