La vertiginosa caída de Harlem Désir
El símbolo antiracista frances ha sido condenado por cobrar salarios injustificados
Durante años fue la encarnación de la lucha antirracista en Francia. Harlem Désir, de 39 años, hijo de un profesor antillés y de una médico alsaciana, puso en marcha SOS Racismo en 1984 para protestar contra la extrema derecha, contra un Frente Nacional (FN) que ganaba votos y atacaba a los emigrantes magrebíes o del África negra. Ahora, al mismo tiempo que el FN es víctima de querellas internas y del odio acumulado entre sus distintos jefecillos, a Harlem Désir le condenan a un año y medio de cárcel con suspensión de pena. Un tribunal de Lille ha estimado que el antiguo líder de SOS Racismo era culpable de haber cobrado, en 1986 y 1987, salarios injustificados de una asociación dedicada a la "educación y formación de los emigrantes". La vicepresidenta del movimiento, Hayette Boudjema, también ha sido condenada por cobrar sin haber puesto nunca los pies en la asociación que le pagaba.Este Sidney Poitier de la política francesa es víctima de una maquinaria que él mismo puso en marcha. Harlem Désir es el prototipo de negro ideal: educado, poco oscuro, el pelo ensortijado pero bien cortado, elegante y gran orador. Entre 1984 y 1987 dirige varias manifestaciones callejeras y pone de moda un lema: "Touche pas à mon pote" (No te metas con mi colega). Las radios y las televisiones se lo disputan, le quieren en sus emisiones de debate. En 1987, el 70% de los telespectadores que le ven en L"heure de verité aplauden su argumentación. ¡Un récord!
Mitterrand le recibió en 1986 en el Elíseo como portavoz del movimiento de protesta contra el FN, los editores publicaron libros suyos o con él como protagonista. Harlem Désir va dejando la calle por las alfombras de los ministerios, el blusón por la chaqueta, la lata de cerveza por las copas de champaña, los mítines por las discusiones ante las cámaras. En muy poco tiempo se transforma en un símbolo más de la llamada gauche caviar, esa izquierda elitista que protagonizó el segundo septenato de Mitterrand y que se desvaneció en medio de escándalos financieros. La imagen de Désir se degrada a la misma velocidad de una izquierda que va de autoamnistía en autoamnistía. En 1992 Harlem Désir pasó el testigo de SOS Racismo. El nuevo presidente, Fodé Sylla, es corpulento, gordinflón, habla con mucho acento y procura evitar los salones ministeriales. Su nombre nunca ha logrado hacerse popular, y hoy SOS Racismo tiene un escaso poder de movilización a pesar de una actividad inequívoca en todos los casos de discriminación racial o de defensa de quienes se han quedado sin documentación oficial o no tienen techo.
Harlem Désir intentó, en 1992, poner en pie un partido propio bajo la etiqueta Action Egalité. El invento duró unos pocos meses, los que tardó en comprender que no saldría elegido diputado en las europeas del 93 si no se buscaba otro amparo. Los ecologistas de Brice Lalonde le sirvieron de refugio momentáneo, hasta que la prudencia y un 6,84% de los sufragios le aconsejaron sumarse a los socialistas. En un primer momento le acogieron bien, admitiéndole en la dirección. Luego los problemas judiciales aconsejaron que la esbelta y elegante figura de Harlem Désir desapareciese de las fotos. Hasta hoy.
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