Es hora de un Pacto de Estado por la Ciencia, la Tecnología y la Innovación
La nueva ley ha logrado reunir en torno a ella un inhabitual consenso parlamentario y la necesidad del conocimiento científico está permeando los distintos estamentos sociales, incluido el político
A propósito de la recién aprobada ley de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación (LCTI), César Nombela se preguntaba recientemente en un artículo en ABC si nuestra sociedad está en camino para poner en valor el conocimiento generado. A su entender la ley contiene intenciones, más que disposiciones y, por tanto, todo depende de la acción de Gobierno que las administraciones futuras desarrollen. Será verdad; aunque puede no ser tan negativo, pues probablemente las leyes no puedan ir más allá, y deban ser desarrolladas por sucesivos decretos. O al menos esta es la idea que un pobre científico tiene de la cosa legislativa.
Sin embargo, o precisamente por eso, la Ley de la Ciencia ha logrado reunir en torno a ella un inhabitual consenso parlamentario, habiéndose aprobado en Congreso y Senado por prácticamente la totalidad del arco parlamentario. Esto dice mucho de sus señorías, pues ya es hora de que la ciencia sea un tema relevante en el Parlamento, y tanto apoyo sitúa a la ciencia en un escalón un tanto alejado del interés partidista, tan al uso. Y si de muestra vale un botón, digamos que el Parlamento en pleno aprobó unánimemente una proposición no de ley por la que se nombra el año 2012 como Año de la Neurociencia en España, tramitada a instancias de la Sociedad Española de Neurociencias (SENC) hace unos meses.
Podríamos concluir que estamos en un momento idóneo donde la necesidad del conocimiento científico está llegando a permear los distintos estamentos de nuestra sociedad, incluido el político. Si así fuera, a los científicos no nos importaría compartir con los partidos políticos el primer puesto del ranking de confianzadonde nos sitúa la población española. Por el momento, los partidos políticos se ven confinadosalpenúltimo puesto, sólo por delante de las multinacionales y detrás de los sindicatos, según reza la macroencuesta Pulso de España 2010.
Existe la creencia general de que España no ha invertido en I+D; que la ciencia está abandonada en nuestro país. Pues no es enteramente cierto. Si lo fuera, yo creo que la economía española no hubiera logrado ocupar un lugar destacado en el escenario internacional.Ha habido inversión en conocimiento y notable. Es verdad que el desorbitado desarrollo de la economía durante la última década ha sido principalmente debido a la construcción y el turismo. Pero veamos. Según un reciente informe de la Fundación Española de Ciencia y Tecnología (FECYT), el número de personas trabajando en actividades de I+D ha crecido en España un 83% en el periodo 2000-2009. Este crecimiento es mayor al del aumento general de la población ocupada, lo que indica que las actividades de I+D representan una proporción cada vez mayor del empleo. Fracasado el modelo económico en el que nos habíamos instalado, cualquier dependencia científica y tecnológica del exterior se convierte en una amenaza muy grave. Es necesario redoblar la inversión en conocimiento no ya para salir de la crisis, sino para evitar que en el futuro una nueva nos afecte tan crudamente.
En la perspectiva de una década, España se sitúa entre los países con mayor crecimiento de su producción científica habiéndose posicionado como la novena potencia mundial. No cabe duda de que este hecho dará sus réditos en un futuro más o menos lejano. Por ello es muy conveniente que esta progresión siga así ahora más que nunca para que la ciencia y la tecnología terminen siendo motores de nuestro desarrollo futuro. Y digo futuro, sí, porque lo que hoy invirtamos, trabajemos y descubramos no servirá sino hasta dentro de bastantes años. Si nos circunscribimos a la biomedicina, el descubrimiento de una diana terapéutica hoy, no servirá para curar a nuestros hijos pero tal vez sí funcione para nuestros nietos. Así es la ciencia, lenta. Los principios básicos de lo que ahora se aplica y disfrutamos se descubrieron hace décadas. Así que cuanto antes nos pongamos a ello, mejor.
Volviendo a la reflexión con la que empezaba, me pregunto si no es hora de relanzar el Pacto de Estado por la Ciencia, propuesto hace unos años por una serie de científicos y que no encontró nicho donde anidar. Dado el consenso suscitado por la ley que ha de regular estos temas, hoy parece más posible que nunca. Esta sería una forma deasegurar que la LCTI no fuera una más, tramitada y despachada; que su ejecución no quedara al arbitrio del partido en el Gobierno; que la importancia presupuestaria de la misma no tuviera altibajos, como ha ocurrido hasta ahora. Ya sé que todos quieren "su" Pacto de Estado. Pero es que en éste nos va el futuro.
Junto a los demás instrumentos que la Ley de la Ciencia establece, la Agencia Española de Investigación, esbozada en la misma, junto al ya existente CDTI, son los instrumentos clave para diseñar y ejecutar los planes nacionales, que incluyan la ciencia, la tecnología y la innovación del futuro. Para ello es surgente poner este sistema en marcha. La Agencia ha de ser independiente y cumplir los objetivos de calidad, estabilidad y visión de futuro que promueva la excelencia en todos los ámbitos. La ciencia, aun admitiendo que pueda verse vinculada a requerimientos económicos, debe estar al servicio del interés general. Los planes no pueden reinventarse cada año; es necesario disponer de calendarios estables. Tampoco la ciencia puede estar sometida a las demandas del mercado, pues además de ser cambiantes, las oportunidades del mismo surgen siempre a consecuencia del conocimiento acumulado, no a la inversa. Es por eso por lo que se ha de planificar a largo plazo.
Sí señor, un Pacto de Estado por la Ciencia, la Tecnología y la Innovación a, digamos, 25 años y asumido por todos los partidos políticos, las Comunidades Autónomas y los agentes económicos y sociales.Es urgente. Qué buena noticia sería en estos tiempos que corren.
Juan Lerma es director del Instituto de Neurociencias de Alicante, CSIC-UMH, y presidente electro de la Sociedad Española de Neurociencias (SENC)
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