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La envidia duele

El deseo de lo ajeno activa las mismas zonas cerebrales que el daño físico

Morirse de envidia es todavía una expresión, pero de que este sentimiento nos afecta no cabe ninguna duda. Y ya se sabe cuál es la base física. Científicos del Instituto Nacional de Ciencias Radiológicas en Inage-Ku (Japón) publican en la revista Science un trabajo en el que estudian qué partes del cerebro se activan cuando una persona se siente mal por el éxito de otra, o cuando se le desea mal a alguien por sus éxitos, y han encontrado que son las mismas que las que intervienen cuando se produce un dolor físico.

Los estudios sobre activación cerebral (se mide el flujo sanguíneo ante un estímulo) sirven para identificar la ubicación de los circuitos que regulan las actividades humanas, aunque, de momento, tienen poca utilidad práctica (no se sabe qué pasaría si se extirpara la zona de la envidia, por ejemplo, ya que no suelen ser regiones con funciones únicas). Pero permiten estudiar aspectos que van desde la evolución de la especie hasta el desarrollo de cada una de las personas.

La asociación entre dolor y envidia estaba ya en la sabiduría popular, pero hasta ahora no tenía una explicación científica. Quizá uno de los últimos avances en imagen cerebral ayude. Un estudio reciente ha demostrado que el cerebro se anticipa a las acciones. No sólo se activan las partes que actúan en un momento determinado (por ejemplo, la visión ante la imagen de un peligro), sino también las que el organismo aprende que van a ocurrir después (dolor, por ejemplo). En este caso, la envidia podría ser un mecanismo de defensa ante el posible daño que nos puede causar el éxito de otro. Pero eso todavía no está claro.

En el ensayo, los investigadores hicieron dos estudios de resonancia magnética en 19 sujetos sanos, y analizaron sus respuestas a dos emociones. Por un lado, descubrieron que la envidia estimula la corteza cingulada anterior dorsal, que se asocia al dolor físico. La alegría ante el mal ajeno activaba el estriado ventral, que procesa las recompensas. Además, relacionaron ambos procesos, y vieron que la señal era más intensa cuando algo malo le pasaba a alguien a quien se odiaba. Falta por saber si hay una modificación posible de estos sentimientos que no pase por la lobotomía.

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