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Reportaje:

El caso de la ministra desaparecida

Los universitarios recriminan a Garmendia la falta de liderazgo en el conflicto de Bolonia

"Menudo lío, que tengáis suerte". La frase fue lapidaria. O al menos así lo vivieron los responsables universitarios que se la escucharon en diversas ocasiones a la ministra Cristina Garmendia. Se ha extendido como la espuma. Justo cuando los encierros de los alumnos anti-Bolonia crecían y empezaba a preocupar seriamente que el conflicto minara la imagen de la Universidad pública y de la propia Declaración de Bolonia (un acuerdo de la UE entre Gobiernos firmado en 1999), la ministra pronunciaba frases de este estilo en sus escasos encuentros durante estos meses con los responsables de las universidades. En público, ninguna. ¿Dónde está? El eco de la pregunta sigue oyéndose por los campus y los despachos.

Rectores y sindicatos echan de menos los "gestos" en defensa de la pública
Su perfil, vinculado a la empresa, se ve con recelo entre los 'anti-Bolonia'
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"Tenemos un problema"

La ministra, según ponen de manifiesto las convocatorias del Gobierno, ha estado presentando su plan (Estrategia 2015) para fomentar la transferencia de conocimiento entre universidades y empresas. Un plan "que suena a ciencia-ficción futurista", en palabras del portavoz de un sindicato, cuando la Universidad tiene en estos momentos un problema "inmediato y complicado" de más calado de lo que parece. La elección de Garmendia el pasado abril para ocupar la nueva cartera de Ciencia e Innovación -ministerio del que dependen las universidades, pero que no aparecen en su denominación- no ha ayudado en este conflicto. Una mujer con prestigio en su campo, el de la investigación biomédica, y vinculada al mundo de la empresa (presidía Genetrix). Muchos alumnos anti-Bolonia la miran con recelo. Uno de sus principales temores, a pesar de que los rectores han negado que vaya a ocurrir, es la "mercantilización de la Universidad", es decir, que se acabe haciendo investigación en función de los dictados del mercado.

Aunque sólo hay en torno a una docena de encierros en facultades, los estudiantes han conseguido que cale un mensaje entre muchos de sus compañeros, tanto de pupitre como de secundaria: la invalidez del modelo de Bolonia. El objetivo final de esta reforma no está en cuestión (homologar las carreras en toda la UE y favorecer la movilidad estudiantil y laboral por Europa) sino cómo España lo quiere llevar a cabo (cambiando todas las carreras a cuatro años) y en qué condiciones (la escasa financiación pública, la cantidad de becas, cómo va ser la intervención de las empresas, el precio de los nuevos masters...). Este problema lleva meses en boca de todos. Las primeras protestas empezaron la pasada primavera en Barcelona, Sevilla y Madrid.

Lo que se trataba simplemente de un acuerdo internacional, suscrito ya por 46 países, se ha convertido en un campo de batalla "que está desprestigiando la imagen de la Universidad pública", coinciden los responsables de las universidades más afectadas por los encierros y protestas de los alumnos anti-Bolonia: Autónoma de Barcelona, Barcelona, Complutense, Sevilla y Valencia. Los encierros se han extendido en las últimas semanas a Alicante, Baleares, Lleida y Zaragoza.

Los rectores que más están sufriendo el conflicto mandaron una carta, a finales de noviembre, al secretario de Estado, Márius Rubiralta, pidiéndole que les recibiera. En ella afirmaban que el "movimiento anti-Bolonia" va creciendo "con consecuencias imprevisibles" y que "no es un fenómeno pasajero". Rubiralta les recibió, junto a la ministra, el 3 de diciembre pasado, un día antes de celebrarse la reunión del Consejo de Universidades en la que de forma extraordinaria se iba a tratar este asunto. Garmendia y Rubiralta se marcharon a mitad del debate. No estaban presentes cuando se aprobó la declaración en apoyo al proceso de Bolonia, que incluía el compromiso del Gobierno de hacer una campaña defendiéndolo. Molestó. Fue el gesto.

Es lo que recriminan a Garmendia, la "falta de gestos públicos" y de "liderazgo, de peso político del Gobierno en educación", coinciden numerosos rectores y representantes sindicales. Gestos tanto en defensa de la reforma de Bolonia como en apoyo a las universidades que llevan meses padeciendo las protestas. Las cúpulas tanto de CC OO como de UGT están "preocupadas" por esta ausencia, según fuentes sindicales. Tampoco ha tomado postura públicamente Garmendia sobre los recortes realizados a las universidades públicas por la Comunidad de Madrid. En opinión de representantes de estudiantes y sindicatos, esa "falta de liderazgo" del Gobierno tiene además que ver con el hecho de que se haya separado la Universidad del resto de la educación en otro ministerio.

Las periódicas encuestas de valoración del Gobierno sitúan a Garmendia en una puntuación media entre los ministros (entre 4,6 y 4,9). Pero sólo uno de cada tres españoles sabe quién es. Es el cuarto ministro menos conocido (detrás de Beatriz Corredor, César Antonio Molina y Bibiana Aído). A pesar de todo lo que ha sonado Bolonia, es una de las más invisibles.

La ministra de Ciencia e Innovación, Cristina Garmendia.
La ministra de Ciencia e Innovación, Cristina Garmendia.SCIAMMARELLA

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