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Una bomba permanente en el cuerpo para ayudar al corazón

Implantado en España el primer ventrículo artificial a un paciente de 67 años que no podía recibir un trasplante - El dispositivo le permitirá hacer vida normal

A Pedro Antonio Pérez García, de 67 años, le costaba un mundo subir las escaleras de casa. "Tenía que hacer hasta tres paradas para los 17 escalones. Solo bajarme o subirme del coche me dejaba agotado", cuenta. Un infarto de miocardio le dejó el corazón maltrecho en 1996 y su insuficiencia renal desaconsejaba un trasplante. A falta de un corazón artificial que aún no existe, médicos del hospital 12 de Octubre de Madrid le dieron otra solución, inédita en España: suplir la función de una de las cuatro cavidades del órgano con el implante de un dispositivo mecánico conectado a una batería exterior al cuerpo con cables. Ayer, cuatro meses después de la intervención, Pedro salió del hospital con su nuevo aparato, y una mochilita para llevar las baterías. Los cirujanos creen que, si todo va bien, el aparato podrá funcionar sin necesidad de intervenir en él durante unos 10 años, por lo menos. "El paciente tendrá que hacerse revisiones, pero por su estado, no por el dispositivo", afirma el cardiólogo Enrique Pérez de la Sota.

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El mecanismo de lo que la terminología médica define como "dispositivo definitivo de flujo continuo" se puede simplificar diciendo que es "un motor que sustituye la labor del bombeo de la sangre del ventrículo izquierdo a la aorta", indica el especialista, que es quien ha dirigido el proyecto.

De las cuatro cavidades del corazón, el ventrículo izquierdo es el que está sometido a un mayor esfuerzo. Debe impulsar la sangre a todo el cuerpo. El corazón de Pedro lo hacía con mucha dificultad por las secuelas del "extenso" infarto de miocardio que sufrió años atrás. Padecía una "miocardiopatía severa e irreversible", aclara el médico. Las contracciones del corazón se habían reducido al 10% o 15% de lo normal. "Su situación funcional antes de la intervención era límite", asegura.

El dispositivo "consiste básicamente en un tubo que saca la sangre del ventrículo y mediante una turbina que va a 8.000 o 9.000 revoluciones por segundo la lanza a la aorta", explica el médico. El aparato trabaja en un régimen continuo, pero tiene una "cierta autorregulación" para adaptarse a las necesidades del paciente, añade. Eso quiere decir que "ahora que, tras estar ingresado, el paciente está algo recuperado, el aparato tendrá que trabajar menos porque el corazón funciona mejor". "Pero si tiene que hacer algún esfuerzo, podrá entrar en acción y aportar un flujo extra", puntualiza.

El mecanismo no es nuevo. "En el mundo -empezando por Estados Unidos- se han implantado unos 7.000", admite el médico. En España ya ha habido otros intentos (el experto menciona los hospitales de Bellvitge y Puerta de Hierro), pero no eran iguales a este. Porque la gran novedad de esta intervención es que la persona a la que se le aplica vaya a poderlo llevar toda su vida.

"Hasta ahora se usaba sobre todo para mantener a los pacientes antes de un trasplante", afirma el cardiólogo. Esa habría sido la solución también para el paciente, si no se hubieran dado algunas circunstancias -una insuficiencia renal, problemas respiratorios y la edad ya algo avanzada- que desaconsejaban la intervención, añade el médico.

Un ejemplo de la pésima calidad de vida a la que estaba abocado el hombre es que en el mes y medio anterior a la intervención debió estar ingresado tres veces, en periodos de una semana a 10 días. "Con el dispositivo le hemos dado una nueva vida", dice el médico. El paciente afirmaba ayer que cuando le plantearon la posibilidad no tuvo ninguna duda: "Era mi única posibilidad. Me resultó más difícil convencer a algunos miembros de mi familia que vencer mis miedos interiores".

El médico no se atreve a vaticinar cuántos pacientes podrán beneficiarse de esta tecnología. "Como no estaba disponible no había demanda, de la misma manera que en los países donde no hay trasplante de corazón no hay lista de espera", afirma. Pero no duda en que serán "decenas cada año". También está convencido de que se trata de una operación "que compensa". "Aparte de que no se puede poner precio a una vida, el aparato cuesta unos 90.000 euros. Pero estos son pacientes que en ingresos hospitalarios y medicación consumen muchos recursos", añade. "No implantarlo también generaría un gasto".

Eso sí, el cardiólogo insiste en que "no es una panacea". "Lo normal será tratar primero con fármacos a los pacientes, y luego ver si pueden recibir un trasplante", añade. Pero, agotadas esas posibilidades, ahora cabe la posibilidad de este implante. "El paciente puede recuperar su actividad cotidiana. El dispositivo tiene una autonomía de unas 12 horas. Solo tiene que acordarse de cargar las baterías". Algo que Pedro Antonio asegura que no se le olvidará.

Pedro Antonio Pérez.
Pedro Antonio Pérez.FERNANDO ALVARADO (EFE)

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