Dos avances contra el cáncer
Un inhibidor de los vasos sanguíneos ofrece promesas contra el glioblastoma, un tumor cerebral intratable, mientras los científicos exploran un nuevo paradigma oncológico
Dos investigaciones presentadas hoy en Cancer Cell plantean nuevas promesas para el futuro tratamiento de algunos tumores, y desde dos ángulos muy diferentes. La primera es un ensayo preliminar con 16 pacientes de glioblastoma, el cáncer cerebral más agresivo, y muestra resultados alentadores con una nueva molécula (recentin, o AZD2171) de la familia de los "inhibidores de la angiogénesis", que actúan sobre los vasos sanguíneos que irrigan al tumor. La segunda sólo ha sido probada en modelos animales, pero implica un nuevo paradigma sobre la génesis del cáncer con aplicaciones potencialmente muy amplias.
En los primeros 16 pacientes de glioblastoma recurrente tratados con recentin, éste fármaco experimental hizo encoger el tumor un 25% en 12 pacientes, y más de la mitad en 8 de ellos. Como el ensayo empezó en enero de 2006, y los enfermos de glioblastoma a veces duran un año, los científicos no pueden saber aún si la nueva molécula aumenta la supervivencia.
El ensayo ha sido coordinado por la jefa de neuro-oncología del Hospital General de Massachusetts, Tracey Batchelor, y el investigador de Harvard Rakesh Jain. "Los pacientes con glioblastomas recurrentes necesitan desesperadamente nuevos tratamientos que sean efectivos", explicó ayer Batchelor. "Aunque éstos son los resultados preliminares de un ensayo inicial, parece probable que estos fármacos jueguen un papel cada vez más importante para tratar a los pacientes cuyos tumores han reaparecido, y quizá también a los recién diagnosticados".
Jain, el otro responsable del estudio, añade: "Tenemos que seguir a este pequeño grupo de pacientes durante un periodo más largo, pero nos sentimos optimistas, con todas las precauciones, sobre la posibilidad de que éste y otros futuros ensayos conduzcan a resultados positivos a largo plazo para algunas de estas personas".
Los resultados finales del estudio, que enroló a 31 pacientes en total, se conocerán en la segunda mitad de este año. Otros ensayos están en preparación.
Los inhibidores de la angiogénesis son una de las áreas más activas de investigación oncológica. Aunque las expectativas iniciales sobre estas moléculas fueron exageradas -según revelaron pronto los decepcionantes resultados de los primeros ensayos clínicos-, su uso en combinación con la quimioterapia convencional ha revelado después buenos resultados en algunos tumores.
Un ejemplo es el Bevacizumab de los laboratorios Roche, que aumenta un 30% la supervivencia de los enfermos de cáncer de colon. Tres de estos nuevos fármacos han sido ya aprobados por las agencias del medicamento estadounidense (FDA) o europea. No es el caso del recentin, de los laboratorios Astra Zeneca, que de momento sólo se puede usar en ensayos clínicos experimentales.
La idea original era que los inhibidores de la angiogénesis funcionaran yugulando la red de vasos sanguíneos que alimenta el tumor, y es probablemente incorrecta. Los nuevos avances son el resultado de una teoría mejor, debida al propio Rakesh Jain.
La red vascular de los tumores es tan anormal que no permite el acceso eficaz de la quimioterapia convencional. Y lo que hacen los nuevos fármacos no es destruir esa red, sino normalizarla. Las estrategias más prometedoras, por tanto, consisten en combinar los inhibidores de la angiogénesis con los medicamentos tradicionales.
El segundo avance presentado hoy consiste también en una nueva idea, aunque sólo probada en animales en este caso. Se sabe desde los años treinta que casi todos los cánceres tienen perturbada la función de las mitocondrias, los orgánulos (pequeños órganos) que controlan los flujos de energía en el interior de las células.
La idea de Evangelos Michelakis, de la Universidad de Alberta, es que la disfunción de las mitocondrias no es un efecto del proceso canceroso, sino una de sus principales causas, y ya la ha demostrado en modelos animales: el DCA, un fármaco clásico para mejorar la función mitocondrial, reduce el tamaño de los tumores de pulmón, mama y cerebro.
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