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Entrevista:MAIMA MAHAMUD | Secretaria de Estado de Asuntos Sociales y Promoción de la Mujer del Sáhara

"Quiero que cuando una mujer abra las piernas sepa por qué lo hace"

En mitad del desierto argelino existe el único campamento de refugiados saharauis con acuíferos bajo la arena. Y la única pizzería, regentada por cinco mujeres, que acaba de abrir sus puertas. En Dajla preparan pizzas a seis euros, con ínfimos ingredientes: nada de mozzarella y salsa barbacoa, sino vegetales y carne de camello como mucho. Maima Mahamud, directora de la Escuela de Mujeres, (www.mujeresdajla.org) y Secretaria de Estado para Asuntos Sociales y Promoción de la Mujer, es la responsable de que cuatro paredes de adobe se conviertan en una pizzería, y de que las mujeres "sólo dependan de sí mismas".

Ingeniera en Telecomunicaciones y madre divorciada, Mahamud no se considera feminista sino "una mujer con los pies en la tierra". Por eso defiende la independencia de las saharauis por encima de la caridad, después de más de 30 años de exilio obligado por Marruecos.

"Podéis limitaros a preparar té y dar conversación a los hombres, o bien aprender un oficio y decidir sobre vuestras vidas"
"Nuestros recursos pesqueros son explotados por empresas españolas que no revierten nada en ayuda a los campamentos de refugiados"

Pregunta. ¿Cómo surge el proyecto de la pizzería para Dajla?

Respuesta. Gracias a un microcrédito aportado por unos amigos míos. Esto no es ayuda internacional. Reunieron 800 euros para que empezásemos con la pizzería y ahora da empleo a un pequeño grupo de mujeres, que también vende bocadillos y refrescos. Así llevan dinero a casa. En la Escuela de Mujeres de Dajla enseñamos además otros talleres, como peluquería, confección de alfombras, costura y pastelería, que después revierte en las familias. Pero hace falta más financiación por este sistema.

P. ¿Cómo funcionan los microcréditos?

R. Con cantidades mayores de 200 euros podemos hacer mucho, aunque una parte sea a fondo perdido. Sólo necesitamos que nos los concedan, buscar esa financiación. Por ejemplo, se puede crear un pequeño taller de costura para una mujer. Ya no vamos a ver sólo a hombres vendiendo en el mercado. Para mayor comodidad se podría organizar el empleo en casa: aquella mujer que tenga el marido impedido o mutilado por la guerra podría vender en la propia jaima -tienda- y atenderle al mismo tiempo.

P. ¿Y esa progresiva economía de mercado no será aprovechada como excusa para mantener los campamentos?

R. No podemos invertir en nada duradero, pero hay que buscar salidas. Necesitamos pasar de ser un pueblo asistido a un pueblo independiente, y esto no se conseguirá si dependemos sólo de la ayuda internacional. La formación de las mujeres es muy importante porque son las que sostienen el campamento: esto es una sociedad matriarcal, aquí no verás una sola jaima levantada por un hombre.

P. ¿Qué significa la ayuda internacional para las economías familiares?

R. Tres kilos de harina, uno de arroz, uno de lentejas, medio de azúcar y un litro de aceite al mes por familia. Mucho ruido y pocas nueces. Es una miseria. España es la gran beneficiaria del acuerdo pesquero que la UE ha firmado con Marruecos y gracias al cual Rabat recibirá 161 millones de euros de Bruselas. Además, entre otras ayudas, España le ha destinado un crédito de 16 millones para reestructurar su flota artesanal. Y todo para que vuestros bancos de peces descansen y los nuestros se fastidien. ¿Y cuánto se destina a la cooperación internacional al Sáhara? Cuatro millones de euros; ni siquiera cubren los intereses por explotar nuestros recursos.

P. ¿Cómo se percibe aquí la política española respecto al Sáhara?

R. Sentimos que no están haciendo nada por nosotros. No nos gusta vivir en el desierto. Es bonito una semana, pero no estos 30 años. Además, la tierra no es nuestra. Tenemos que mendigar a los españoles que se lleven a nuestros niños de vacaciones para que conozcan el mar, cuando nuestro territorio ocupado tiene 1.200 kilómetros de costa.

P. Y los recursos de esa costa son explotados por empresas ajenas.

R. Sí, empresas que además no revierten en ayuda a los campamentos, por ejemplo la marca de atún Calvo. Recomiendo que nadie la compre, porque están esquilmando nuestros bancos. Hay muchas empresas extranjeras que se han retirado de nuestras aguas porque lo consideran ilegal, pero otras siguen ahí, como Calvo.

P. ¿Sirve de algo el programa de aumento de natalidad?

R. Tengo un objetivo: que cuando una mujer abra las piernas sepa por qué lo hace. ¿Quieres colaborar con el gobierno y aumentar la familia? Bien, pero piensa en qué condiciones. ¿Por qué se nos pide aumentar la población? Porque si no somos muchos, no nos hacen ni caso. Si sólo somos miles nos pueden acribillar, pero no tanto si llegamos al millón. Bien, pues vamos a parir pero con condiciones: que pongan alimentación, sanidad, educación, comodidad y entonces aportaremos hijos. Soy un ser humano y no un conejo.

P. ¿Existe algún programa de planificación familiar?

R. Hemos dado conferencias sobre ese tema, con mujeres voluntarias y dos enfermeras que explican métodos anticonceptivos. El boca a boca funciona bien y saben cómo controlar su vida. La parte de formación es muy importante.

P. ¿Eso también se enseña en la Escuela de Mujeres?

R. Las jóvenes me tienen mucho respeto y por eso intento hablar con ellas y darles opciones: "Podéis limitaros a preparar té y dar conversación a los hombres o bien aprender un oficio, salir adelante y decidir sobre vuestras vidas". También se habla de los derechos de la mujer, del islam laico que tenemos: aquí eres tú y tu Dios. Las mujeres no deben ser sumisas ni a los hombres ni a la sociedad.

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