Muerte espacial en agosto
La Agencia Espacial Europea saca de su órbita a uno de los satélites veteranos de observación de la Tierra para que no engorde el cinturón de basura en el espacio
El glaciar Kangerdlugssuaq, en Groenlandia, se ha retraído 5 kilómetros en los últimos 19 años. La observación que lo demuestra constituye la despedida del satélite ERS2, uno de los más veteranos "pájaros espaciales" dedicados a la observación de la Tierra: la Agencia Espacial Europea (ESA) lo apagó el pasado 6 de julio, y este mes lo está sacando de su órbita para evitar que se convierta en un pedazo más de chatarra espacial. Adiós a uno de los pioneros de la generación de satélites que están resultando indispensables para entender el funcionamiento del planeta.
Las observaciones de ERS2 han ayudado a investigar el cambio climático, la deforestación, el fenómeno de El Niño, el agujero en la capa de ozono, el volcán Etna, el nivel y la temperatura del océano, etcétera. Cuando fue lanzado, en 1995, ERS2 era el satélite europeo de observación de la Tierra más avanzado, junto con su hermano casi gemelo ERS1, lanzado en 1991. Sus datos han nutrido miles de investigaciones. Este mes, sin embargo, los comandos que recibe solo tienen por objetivo proporcionarle una muerte digna.
Las observaciones de ERS2 han ayudado a investigar el cambio climático
A finales de agosto, el combustible de los motores se agotará, también las baterías y se apagarán los transmisores
En septiembre, la órbita de ERS2 habrá bajado de los 800 kilómetros de altura a los 550 gracias a las operaciones de encendido de motores controladas desde el Centro Europeo de Operaciones Espaciales (ESOC), en Darmstadt (Alemania). Una vez en su nueva posición, la ESA espera que ERS2 vaya perdiendo altura poco a poco hasta que dentro de unos 25 años vuelva a entrar en la atmósfera y se desintegre -cuando llegue ese momento, los radares avisarán de la trayectoria de entrada y seguirán todo el proceso-.
Las agencias espaciales tienen un código de buenas prácticas para evitar engordar el cinturón de basura espacial que nos rodea. Así, cuando un satélite se acerca al final de su vida se debe usar parte del combustible restante para conducirlo a una órbita en la que no pueda chocar con otros satélites -lo que generaría infinidad de fragmentos de chatarra-. Con ERS1, que dejó de funcionar repentinamente en 2000, eso no pudo hacerse. La ESA no ha querido que ocurriera lo mismo con ERS2 y ha optado por concluir la misión cuando el satélite aún era operable.
Las maniobras con ERS2 se monitorizan desde las estaciones de la ESA en Kourou (Guayana Francesa) y Malindi (Kenia). "El pasado 27 de julio alcanzamos nuestro primer objetivo, los 700 kilómetros de altitud", ha explicado el jefe de operaciones de ERS2, Frank Diekmann. "A finales de agosto ERS2 habrá bajado hasta los 570 kilómetros, donde el riesgo de colisión con otros satélites o con basura espacial se reduce drásticamente".
A finales de este mes se llevará a cabo la última fase, llamada "pasivación": una serie de encendidos de motores agotarán todo el combustible restante. También se acabarán las baterías y se apagarán los transmisores.
Pero la Tierra no va a dejar de ser observada. Decenas de satélites han recogido el testigo de los ERS, con sensores más sofisticados. Europa cuenta con Envisat, el mayor satellite de observación de la Tierra lanzado hasta ahora, y la serie Earth Explorers y Sentinel -algunos ya lanzados, otros aún no-, con objetivos tan diversos como estudiar la salinidad del océano, el grosor de los hielos o la gravedad terrestre.
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