Hungría interviene la firma del vertido y detiene a su responsable
- "Tenemos motivos para pensar que había gente que conocía el peligro" - El primer ministro denuncia que MAL se guió "por sus intereses privados"
Hungría ha decidido intervenir la empresa de aluminio MAL, responsable del vertido que ha causado la muerte de ocho personas, más de 150 heridos, cientos de desplazados y un daño ecológico sin precedentes en el sudoeste del país. Después de 15 años de gestión privada -era socialista y se privatizó en los años noventa-, vuelve temporalmente a manos públicas, según anunció ayer en el Parlamento el primer ministro húngaro, Viktor Orban, y lo hace, de momento, sin su director general, Zoltan Bakonyi. La policía lo ha detenido cautelarmente durante 72 horas, acusado de crear peligro público.
"Tenemos buenos motivos para pensar que había gente que conocía el peligroso debilitamiento de los muros de las balsas, pero guiados por sus intereses privados pensaron que era mejor no repararlos y esperaban evitar el problema", afirmó el primer ministro húngaro, Viktor Orban. "Necesitamos poner a la compañía responsable del vertido y sus activos bajo control estatal". Orban fue muy duro con la firma. El vertido se produjo por "una negligencia humana", afirmó. Y prometió un proceso legal "severo y justo".
Localizada la octava víctima mortal entre el fango tóxico
La intervención de la firma no significa que vaya a cerrar. El primer ministro húngaro declaró que la vuelta a la producción de la planta de forma segura es de interés nacional para salvar miles de empleos. El sindicato de MAL, que emplea a 1.100 personas, confiaba el domingo en que Orban les permitiera abrir ayer mismo la planta. No fue así. El Ejecutivo húngaro intenta que la empresa pague los daños, pero los precedentes no invitan al optimismo. La multinacional sueca Boliden se fue de España sin abonar un solo euro de los 240 millones que costó la reparación de la balsa minera que se rompió en Aznalcóllar y dañó el entorno de Doñana.
La balsa de MAL, donde se habían detectado ya grietas el pasado mes de julio, reventó el lunes de la semana pasada. Salieron un millón de metros cúbicos de un barro rojo altamente corrosivo que acabó con la vida de ocho personas. La última víctima mortal fue hallada ayer entre el fango, quemada por el contacto con el líquido altamente alcalino (de pH 13 en una escala de 0 a 14).
La irritación pública del Ejecutivo húngaro con MAL ha crecido día a día, conforme se constataba la indignación en la opinión pública. La empresa calificó inicialmente el vertido de "desastre natural imposible de predecir". Después, admitió que había sido poco considerada con las víctimas y solo el domingo pidió perdón. Ayer insistió en que la balsa cumplía con las normas, según un estudio de 1995. Hasta el momento, MAL solo ha ofrecido 200.000 euros para las tareas de limpieza, aunque se ha mostrado dispuesta a pagar "de forma proporcional a su responsabilidad".
Hungría ha tardado una semana en detener al presunto responsable de la catástrofe ecológica, el mismo que durante los primeros días intentó minimizar la tragedia que hizo temer por el ecosistema del Danubio. Zoltan Bakonyi pasará 72 horas detenido bajo la imputación de "poner en peligro la seguridad pública con el resultado de varias muertes y daño al medio ambiente".
La normalidad dista mucho de llegar a la zona afectada por el vertido. Los vecinos de los pueblos afectados permanecen evacuados, la mayoría en casas de familiares. Mientras, en Kolontar los equipos de emergencia trabajan contrarreloj y hoy esperan terminar un muro de más de un kilómetro que evite que un segundo vertido que se da por inevitable azote de nuevo a la población. Hay 4.000 personas trabajando en la construcción del dique y unas 300 máquinas.
Las autoridades húngaras están convencidas de que el resto del muro cederá y dejará una puerta abierta para el fango tóxico que aún retiene, y que supone un volumen cinco veces superior al que causó la primera inundación. Con todo, ese barro es mucho menos fluido que el agua de la superficie, por lo que, según la previsión de Budapest, solo avanzaría un kilómetro, aunque sería peor si la rotura total de la balsa 10 se lleva consigo el muro de la balsa contigua, aún llena de lodo y agua tóxica.
El buen tiempo ha sido en todo caso un aliado en los últimos días. Gracias a él, las grietas detectadas el jueves en el muro norte no han aumentado. Lo que sí ha ocurrido es que el sol y las temperaturas están secando el lodo y convirtiéndolo en polvo tóxico. El Gobierno ha pedido a la población que pase por la zona que lo haga con mascarillas, porque el aire supera en algunos lugares el umbral aceptable para la salud.
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