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Condenado a cinco años por encerrar a su esposa en casa

Un inmigrante irá a prisión por detención ilegal - Los mediadores confirman la existencia de más casos entre extranjeros; son aislados pero no se denuncian

Mantener encerrada a su esposa bajo llave, aunque sea durante lo que puede parecer poco tiempo, puede llevarle a uno a prisión una larga temporada. Un hombre marroquí de 30 años ha sido condenado a cinco años y un día de prisión por haber dejado encerrada bajo llave, en su domicilio, a su mujer durante dos horas y media.

La Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Almería le ha impuesto ese castigo ejemplar porque considera al marido autor de un delito de detención ilegal con el agravante de parentesco con la víctima. "La puerta solo cierra con llave. No tiene manivela". Esto es, en síntesis, lo que esgrimió en su defensa el condenado.

La respuesta a los encierros forzosos merece el consenso de los expertos. "Son casos extremos y puntuales que requieren la vía judicial", apunta Mercè Amor, técnica intercultural y responsable desde 2004 del programa de acogida de inmigrantes musulmanas de la entidad Ibn Batuta. "Pero deben ser las mismas víctimas las que denuncien, la intervención de un tercero no es positiva", advierte.

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Los hechos juzgados en Almería ocurrieron en Campohermoso (Níjar) en octubre de 2008. Imposible saber si fue algo aislado, ya que la víctima no quiso declarar en contra de su marido durante el juicio oral.

"Estas situaciones no suelen denunciarse. Es una población que está, en muchos casos, tan sometida, que no lo habla con nadie", advierte Mercedes Díaz, de la asociación almeriense Aimur. Se supo de este caso porque, según los agentes de la Guardia Civil que acudieron a auxiliar a la víctima tras recibir la llamada de un vecino, la mujer se "sentía mal" y pidió auxilio, dice la sentencia.

La repetida falta de asistencia a clase de una niña de siete años es, en cambio, lo que ha hecho aflorar en Bellpuig (Lleida) el caso de una familia en la que la mujer apenas sale de casa, siempre cubierta por un niqab (que oculta toda la cara salvo los ojos) y solo para comprar comida. Además, tras cinco años de residencia en este municipio de 5.000 habitantes, un tercio de ellos marroquíes, no ha establecido ninguna relación social ni habla otro idioma que el árabe. El marido, que estuvo fuera del domicilio familiar durante un mes para buscar trabajo, le prohibió a ella abrir la puerta o llevar a la niña a clase durante su ausencia.

Tras conocer la situación, los servicios sociales del Ayuntamiento solicitaron a la Fiscalía de Lleida que investigara si la familia está en una situación de riesgo social. La concejal de Servicios Sociales, Dolors Pujol, explicó ayer que la situación se logró normalizar tras convencer al cabeza de familia de que está obligado a escolarizar a la niña, que "es lo que verdaderamente preocupaba" al consistorio. El matrimonio tiene otra hija de tres años.

El fiscal jefe de Lleida, Juan Boné, explicó que el Ayuntamiento pidió medidas de protección para la madre y las niñas pero que él no ha encontrado indicios de delito. "Decirle a la mujer y a los hijos que no salgan de casa o que no abran la puerta a nadie podrá sonar mejor o peor, pero de ello no se desprende ninguna amenaza o coacción", señaló Boné. La fiscalía verificará si existe coacción o si la mujer está desprotegida y si la niña mayor va a clase.

"En la mayoría de casos son las propias mujeres las que se encierran en casa por miedo a un mundo que desconocen", precisa la técnica intercultural. "Cada situación es un mundo y no hay una vía concreta para resolverlo", lamenta.

Amor descubrió esta barrera en 2006, cuando abordó el caso de una musulmana que había denunciado a su marido por maltrato. Una noche, la víctima quedó atrapada entre el balcón y un marido ebrio con actitud agresiva. "Se tiró para que no le pegara", explica Amor. Tras atenderla, los Mossos d'Esquadra instaron a la mujer a denunciar al marido, pero la víctima no cesó hasta que logró retirar la denuncia. Luego desapareció sin dejar rastro. "Aprendí que la tradición de estos colectivos es una losa, queda mucho trabajo por hacer", señala Amor. "Sin pedagogía siempre quieren retirar la denuncia, el mundo musulmán no concibe sentar al padre de tus hijos en un tribunal".

"Sin denuncia son casos invisibles que casi nunca nos llegan", señala otra mediadora cultural municipal que pide el anonimato. Convencerlas es complejo porque su aislamiento es mayúsculo. "Viven con mucho miedo, porque llevan años en nuestro país pero apenas hablan el idioma, no tienen apoyo familiar ni conocen las leyes. El marido suele llevar más años que ellas en el país y la relación de sumisión es casi inevitable, forma parte de la cultura patriarcal que han heredado en su país de origen", apunta Amor.

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